Cría. En el nombre del padre

Córdoba, Argentina. Del 30 de Junio al 23 de agosto de 2017. 20.00 h
Muestra Cría. En el nombre del padre
El Gran Vidrio
Humberto Primo 497
+549 3516338334
somoselgranvidrio@gmail.com
www.elgranvidrio.com.ar

 

 

Cría. En el nombre del padre

 

El día Viernes 30 de Junio de 2017 a las 20.00 horas inaugura la segunda muestra del año en El Gran Vidrio (Humberto Primo 497). “Cría. En el nombre del padre” es una muestra curada por Adrián Cangi y Catalina Urtubey que reúne trabajos de los artistas Eugenia Puccio, Ciro Del Barco, Tomás Alzogaray Vanella y Luciano Delprato. Fecha de inicio y cierre de muestra: 30/06/2017 al 23/08/2017 aprox.

 

CRÍA. En el nombre del padre.

Operaciones y estrategias

Catalina Urtubey y Adrián Cangi

“El acto de descreación es el resto como obra cuando la ley es `aspirada por la grieta gigantesca del abandono de lo divino ́” A.C.

Tomás Alzogaray Vanella opera entre el diagrama y la modalidad constructiva de piezas cerámicas que dan por resultado, en la relación entre ellas, un “cardumen” de objetos montados en altura y un “gabinete de curiosidades” exhibido como esquemas. Las piezas suspendidas sobre espejos revelan en sus reflejos un minucioso y singular adentro texturado por la luz como la maravilla del material que exhibe el afuera. Los diagramas de contornos en lápiz, tinta y acrílico confluyen enmarcados y montados como piezas de un Museo de Ciencias Naturales. La elegancia externa e interna de los caparazones-objetos constituye una memoria zoológica y arqueológica que une el bestiario con una delicada curiosidad de una ciencia de las metamorfosis que se desplaza del diagrama al objeto. En la historia de la ley siempre persiste una anomalía constituyente en la repetición y sus variaciones.

Luciano Delprato pone en escena una escalera de pintor de 5.70 m de altura desplegando un poema en sus escalones que dice: “Padre mas o menos nuestro que arrastras tus pantuflas en las tinieblas del pasillo…”. El poema cierra con un Amén y abre un velo a menos de diez escalones del final. Atravesar el velo que se presenta como un limbo permite ver algo que desde abajo no se percibe. Allí aparecen unas pinturas ensambladas bajo la forma de un “lienzo pintado hacia el techo”. Desde abajo solo se ven los bastidores que se revelan como una forma ciega solo visible para quien arriesgue subir. Aquello que supone un riesgo es la única regla del juego de la mirada para quien se atreva a interrogar la ley y quiera llegar a su centro.

Ciro del Barco construye un complejo dispositivo que amalgama las figuras de entierro, enredo y circuito cerrado, reproduciendo en diversas pantallas y a destiempo diferentes momentos de la obra ma a, junto a la mostración de papeles de descarte de textos de su padre, montados y puestos a distancia del ojo del espectador, que puede espiar por un tele esos papeles junto a un entramado de tomas del taller de pintura del mismo. Serpentinas de recorrido frenético y concéntrico de cables se exhiben como un gran agujero negro. La imagen de un pájaro queda atrapada en un cableado. Una tormenta eléctrica que monumentaliza el rayo como principio del drama culmina los duelos de energía y materia. El entierro y desentierro expone fuerzas atraídas hacia un mismo agujero negro. La ley tiene el poder de contener, concentrar y abismar porque al mismo tiempo que nos interroga y nos sostiene, nos dispone contra el abismo.

Eugenia Puccio construye una celda con dos cámaras de seguridad que desde adentro hacia fuera registran el accionar del payaso Guillermo Vanadía y del público, ambos dispuestos tras las rejas. Esta acción performativa se verá en alguna pantalla con el formato de las cámaras de seguridad. Es el registro de la acción el que se reproducirá sin fin en la pantalla durante la duración de la intervención. La acción va acompañada de una pieza compuesta por casi cien payasos-objeto bajo el nombre “manifestación-GUARDA!”. El payaso produce con la ley y en el límite de ésta. Lo absurdo es el valor.

 

Sobre los artistas

Ciro del Barco (1979) Nací en México pero soy más bien argentino y cordobés. Ahora también un poco riojano porque llevo algunos años como docente en la Lic. en Diseño y Producción Multimedial en la UNLAR. Me licencié en Filosofía en la UNC y paralelamente desde la adolescencia me dediqué a la experimentación con medios audiovisuales en el amplio campo de las artes y a algunos oficios derivados, como el de videojockey, que es una intensa aventura inconclusa por los laberintos de “la imagen”. Me veo interesado particularmente por el carácter performático del video en tiempo real y la video-instalación, ambas prácticas que se dan siempre en un contexto específico, vinculadas a lo escénico, pero que ponen en discusión los conceptos de “representación” y de “narrativa” aparejados al uso clásico de la producción audiovisual. En mis últimos trabajos retomé el interés de mis primeros trabajos por el uso de tecnología analógica (televisores y cámaras viejas), ahora obsoleta y prácticamente extinta, disponiendo de esos elementos corpóreos para montar y configurar situaciones “poéticas” no puramente visuales, que encarnan o visualizan, tal vez sólo insinúan, algunas preguntas de índole existencial, escarbando a través de metáforas, símbolos y abstracciones, los enredos del cablerío del tiempo, la memoria, el espacio, la (in)conciencia. Desde la oscuridad se va formando una pequeña constelación sintomática de elementos posiblemente significantes y a descifrar.

Luciano Delprato (1978) Nacido y criado con torpeza en la ciudad de Córdoba. Soy Director de teatro, dramaturgo y escenógrafo. Me dedico a esto desde hace casi 20 años. Mi padre fue un artista plástico con un recorrido errático por la profesión, conoció cierta notoriedad y también el olvido. Invitado por mi hermano de vino, Tomás Alzogaray, nos asomamos al final de una alta escalera de pintor para ver si asomados al origen desciframos hacia dónde vamos.

Tomas Alzogaray Vanella (1976) En diciembre del año `76 llegamos con mi madre a México, para reunirnos con mi padre, en marzo había asumido en Argentina el gobierno la dictadura cívico-militar, en febrero de ese mismo año nací por cesárea en el hospital Privado de la ciudad Córdoba. Con el correr del tiempo, afortunadamente, mis intereses y quehaceres fueron sucediendo principalmente entre estos dos países. Podría describir mi trabajo como artista multidisciplinario, que transita entre la plástica, lo escénico, la gestión cultural y la docencia. O podría decir que caigo inevitable y recurrentemente en el dibujo. Desde hace años persigo la idea de los caparazones, intento dialogar con su morfología, sus ecos y otras derivaciones. En este proceso me cruzo a menudo con un creador fundamental en mi historia personal, a la par tengo la suerte de ser su amigo: Luciano Delprato, quien amplia y aporta siempre otra mirada y otras preguntas. En este camino particular intercambiamos una fuerte complicidad de huérfanos. Necesitamos a nuestros muertos por que son esenciales para pensar nuestra mortalidad, al decir de John Berger. Al final de este complejo y largo recorrido se suma Juliana Manarino Tachella, escenógrafa e iluminadora con vasta experiencia, quien nos interpela, propone y apuntala de manera decisiva para llegar a un mejor puerto.

Eugenia Puccio (Córdoba 1973) De niña fui poeta, además sabía volar perfectamente en dos estilos, ras del suelo y también hasta la punta del pino. “Después vinieron días de misterio y frío” lara lara lara la Terminé el colegio y empecé un camino de progresivo desencantamiento: estudié filosofía en la UNC y estuve a punto de recibirme pero me fui por la tangente. Me clavé veinte años de psicoanálisis, en medio de los cuales devine “artista plástica”, “carrera” que forjé entera mente en el diván. Embalada, de asociación en asociación, de idea en idea, tomada por la manía de atar cabos, cosía, bordaba, juntaba basura, leía, soñaba y todo me venía como anillo al dedo. Construía y exponía frenéticamente “mis instalaciones” pero no soportaba ponerme una media, un pantalón, un zapato. Gracias a lo insostenible, decidí transportarme desde el diván hacia otros consultorios, espacios, lugares de reencantamiento. Desde hace algunos años “ando” en busca del cuerpo perdido. Dejé los hilos, las agujas, los trapos y la basura, no pude dejar los libros pero mi relación con ellos ha perdido todo viso, dicho sea de paso les recomiendo en esta oportunidad dos cositas para leer “El filósofo y el payaso” y “Charlot o el histrionismo” de María Zambrano. El payaso, dice Zambrano, sale a la pista revestido de una máscara para mejor usar de su alma, su máscara se contrapone a las máscaras y a los disfraces exigidos por la vida social, a los cuales sacrificamos, a menudo, “lo mejor de la vida”. Agradezco especialmente el encantador trabajo de Guillermo Vanadía y dedico esta obra a todas las personas privadas de su libertad.

+ info www.elgranvidrio.com.ar

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