Roberto Jacoby, El Gran Vidrio

Córdoba, Argentina. 8 de Septiembre de 2017. 20h. 
Muestra Roberto Jacoby
El Gran Vidrio
Humberto Primo 497
+549 3516338334
somoselgranvidrio@gmail.com
www.elgranvidrio.com.ar

 

 

Muestra Roberto Jacoby

 

El día Viernes 8 de Septiembre de 2017 a las 20hs inaugura la muestra ROBERTO JACOBY en El Gran Vidrio (Av. Humberto Primo 497). La exposición está curada por Fernando Farina y Santiago Villanueva. Esta exhibición reúne una serie de proyectos realizados por Roberto Jacoby (Buenos Aires, 1944) entre 1988 y 2017, expuestos por primera vez en Córdoba.

El día Sábado 9 de Septiembre a las 19hs se presenta el libro Extravíos de vanguardia, Del Di Tella al siglo XXI de Roberto Jacoby y José Fernández Vega. La presentación estará a cargo de Roberto Jacoby y Luis García en la Fundación Jorge Bonino (Deán Funes 2327). Esta actividad es organizada en conjunto con el Museo Unidad Básica.

 

Roberto Jacoby

Por Fernando Farina y Santiago Villanueva

Esta exhibición reúne una serie de proyectos realizados por Roberto Jacoby (Buenos Aires, 1944) entre 1988 y 2017, expuestos por primera vez en Córdoba.

En 1966 Jacoby escribió el texto Rescate del azar, junto con Eduardo Costa, presentando el proyecto del mismo nombre para el Primer Festival Argentino de Formas Contemporáneas en Córdoba. Allí, Costa y Jacoby crearon un código: pintaron distintas partes de la ciudad de color verde. En la galería anunciaban con el mismo color que una obra tenía lugar en la ciudad: un ready-made a la inversa.

“Cualquiera sea el orden o la dirección de la lectura, esta obra tiene un tiempo y un espacio muy particular. Siendo una “obra de arte” no está dentro de una galería, pero tampoco totalmente fuera de ella. Está formada por objetos discretos, pero podrían constituirla otros más (en tanto su color sea el mismo verde).”

Hoy Jacoby se presenta en Córdoba en una galería, nada más y nada menos que en El Gran Vidrio. Ojo!

“La operación de recorte de contexto, descubierta tal vez por Duchamp, adquiere aquí un signo diferente, ya que mientras él y después Warhol y otros crean la obra por su introducción textual en el recinto institucionalizado de la galería, ésta —como casi todas las muestras— intenta no extraer el objeto de su contexto social, sino que las operaciones de su creación como mensaje estético se ubiquen en su lugar de origen.”

Rescatamos de su primera aparición en Córdoba la idea de la “discreción”.

Jacoby es un artista discreto.

En sus proyectos actúa como un artista invisible: saca fotos desde escenarios, reúne los insultos de los diarios, instala una Unidad Básica, convierte sus papeles viejos en una obra anacrónica. ¿Será por esta discreción que hay quienes no lo ven?

Jacoby es el mejor y el peor heredero de Alberto Greco, señala cosas vivas: las mejores y las peores. Los amigos y los enemigos son su obra. No hay un límite tan claro, porque todos toman forma de obra: la más simple posible. Hay un respeto por el lugar de origen de las cosas, el traslado a la galería funciona como una lupa, un llamado de atención con una nueva forma.

A los visitantes de la galería: Jacoby es un artista visual. Esta muestra lo piensa desde sus imágenes, Jacoby moviliza las imágenes…

 

ACTIVIDAD PARALELA

EXTRAVÍOS DE VANGUARDIA

Del Di Tella al siglo XXI
Roberto Jacoby y José Fernández Vega

Presentan el libro: Roberto Jacoby y Luis García

Sábado 9 de Septiembre | 19hs
Entrada libre y gratuita
Fundación Jorge Bonino | Deán Funes 2327 | Bº Alto Alberdi

Actividad organizada en conjunto con el Museo Unidad Básica.

 

Sobre Roberto Jacoby

Jacoby se conecta con el medio artístico de Buenos Aires en un momento de experimentación colectiva creciente, que el Instituto Torcuato Di Tella logra capt(ur)ar. La interdisciplinareidad cobra fuerza a partir de la introducción del estructuralismo, la semiótica, la lingüística y el psicoanálisis, y se desarrollan el pop art, el arte objetual, las instalaciones, los happenings, las ambientaciones, y lo que en la Argentina se llama “estructuras primarias” –o minimalismo- y “experiencias”. En ese contexto, aparece un nuevo campo de actividad artística con el “arte de los medios de comunicación”, concebido por Raúl Escari, Eduardo Costa y Roberto Jacoby en 1966, en diálogo con el teórico Oscar Masotta. Jacoby, que había ingresado a la Universidad de Buenos Aires para estudiar sociología, realiza un viaje a Europa –donde se contacta con Rómulo Macció, Antonio Seguí y Lea Lublin en París, y con Aberto Greco en Madrid, con quien trabaja en algunas pinturas- y de regreso decide dedicarse por completo al arte. Impactado por la exposición “Muñecas bravas”, de Pablo Suárez, realiza algunas esculturas, una de las cuales presenta en “Homenaje al Viet-Nam” (1966), exposición que en cierta medida marca el inicio de la lucha política de los artistas en esa década movilizada. Las obras de Jacoby son una transposición, en clave expresionista, de imágenes mediáticas acerca de la invasión estadounidense al país asiático.

Casi desde los inicios, la actividad de Jacoby explora el fenómeno de los medios de comunicación e interfiere en formaciones sociales, a las que toma como materia artística. Su acción “Vivir aquí” (1966), que consiste en llevar todo el material doméstico necesario para poder vivir en el espacio expositivo mientras dure la muestra, puede leerse en conexión con futuros proyectos, como “Chacra 99” o algunos emprendimientos de la Fundación Start, en los que el circuito del arte deviene hábitat social. Otros trabajos de Jacoby de estos primeros años denuncian el imperialismo estadounidense, como la instalación “Las bombas cayeron en la pradera”, o la escultura “Todo va mejor con Coca Cola”. Y hay dos experiencias importantes en términos de ruptura con el ordenamiento disciplinario, en el nivel del espacio físico y del medio literario, que son “Señal de obra” y los trabajos con literatura oral, ambas realizadas junto con Costa. (Ver ficha de Costa).

También en 1966 realiza su primera obra conceptual: “Maqueta de una obra”. Se trata de una propuesta arquitectónica utópica: una maqueta compuesta de esferas de telgopor acopladas entre sí, de distintos tamaños, acompañada de un plano y un texto. En éste, dice Jacoby: “la ‘verdadera’ obra es construida por el espectador a partir de los datos que se le dan. (…) La idea de la obra es más importante que la realización (…). Un nuevo tipo de participación del público, no física sino mental, que consiste en imaginar la obra en su tamaño natural, en realizar mentalmente el cambio de escala”. Una declaración de este tipo es legible con el antecedente inmediato de, entre otras experiencias, los Vivo-Dito de Alberto Greco, no ya por su carácter de “obra abierta”, sino por el hecho de que coloca toda la energía productiva de la acción en la capacidad imaginativa del receptor. Pero el punto de inflexión en el itinerario experimental de Jacoby lo constituye el desarrollo del arte de los medios de comunicación.

Jacoby abandona el objeto y se interesa por la idea de desmaterialización, ya elaborada por El Lissitsky y releída por Masotta, a partir de 1966 en relación con las nuevas prácticas artísticas. Algunas secciones de Happenings y Conciencia y estructura, libros de Masotta, resultan en cierta medida de un diálogo con Jacoby. Eduardo Costa y Raúl Escari también tienen allí una participación destacada. Con estos dos últimos, Jacoby redacta el manifiesto “Un arte de los medios de comunicación” y realiza, entre otras intervenciones en los medios, el “Happening de la participación total” o “Happening para un jabalí difunto”. Jacoby ya tenía la idea de hacer “una exposición que fuera sólo el relato de una exposición”. El Manifiesto la anuncia. El “Happening para un jabalí difunto” es, en realidad, un “antihappening” o, a lo sumo, un happening virtual, sólo relatado, sólo un concepto, pero que se introduce en los medios locales como si efectivamente hubiese ocurrido. La idea, cambiar “el lugar del momento de la creación de la obra, situándolo dentro de los medios de comunicación”, puede leerse además como una crítica. Como una máquina autopoiética, los medios crean una realidad paralela, un sistema interpretativo que se justifica a sí mismo en tanto espectáculo. El “antihappening” es un espectáculo interesante para un momento de la Argentina en el que la neovanguardia tiene una recepción fuera de lo común, por el carácter muchas veces sorprendente o escandaloso de sus propuestas. Periódicos, semanarios, revistas, culturales o de interés general cubren, a veces con gran despliegue y curiosidad morbosa, otras con enojo y diatribas moralistas, la actividad de un reducido grupo de jóvenes ingeniosos y desafiantes. El antihappening de Jacoby, Escari y Costa se constituye exclusivamente en la medida en que se incorpora al circuito informativo.

La mayoría de los proyectos del grupo, sin embargo, no se llevan a cabo. Jacoby, por esa época, escribe: “Sabemos bien que los medios de comunicación de masas son fundamentales en el control de una sociedad y que por lo tanto son instrumentados (…) por los grupos que hoy detentan el poder. (…) Esto exige por un lado a los futuros artistas un conocimiento muy profundo del material con el que van a trabajar, y por el otro, estar ligados a grupos sociales con suficiente poder como para que sus mensajes culturales sean escuchados. (…) Además el viejo conflicto entre arte y política (…), al que siempre se quiso superar introduciendo ‘contenidos’ políticos en el arte, tal vez sea superado por el uso artístico de un medio tan político como la comunicación masiva”. 1968 es el año de la radicalización política de un sector de la neovanguardia. “Experiencias 68”, exposición organizada en el Instituto Di Tella, tiene una doble significación en el cruce entre vanguardia artística y vanguardia política: por un lado, evidencia en su título el acento puesto por los artistas en un tipo de experimentación que puede prescindir de lo visual y ampliarse a cualquier ámbito de la vida –la versión de ese exposición del año anterior se llamaba, todavía, “Experiencias visuales”-; por otro, marca el inicio del proceso de radicalización política por la vía del abandono del arte como práctica burguesa.

Cuando por medio de una resolución judicial el estado censura una obra de Roberto Plate, con el cargo de agravio a la figura del entonces presidente, General Juan Carlos Onganía, los colegas del artista reaccionan arrojando sus trabajos a la calle y destruyéndolos. En esa exposición, que marca a la vez el comienzo del cierre del Instituto Di Tella, Jacoby presenta “Mensaje en el Di Tella”, una suerte de instalación compuesta de tres partes. Describe Jacoby: “un manifiesto apocalíptico escrito en un enorme pizarrón donde anunciaba la fusión del arte y la vida y el surgimiento de un mundo nuevo a través de una sangrienta guerra civil. Adscribía a la épica del combate y la sangre. En la pared había una foto de un manifestante negro con un cartel en el pecho contra el racismo y la guerra de Vietnam. Además había un teletipo conectado con la agencia France Press, que transmitía cables con las noticias internacionales, que casualmente coincidían con el levantamiento los disturbios del Mayo francés, de manera que llegaban las noticias: ‘los estudiantes han tomado La Sorbona’, ‘los estudiantes han tomado París’, ‘la huelga general’. El público podía leer la noticia, arrancar el papel, llevárselo. No era una obra estricta y puramente mediática, más bien una mezcla mediático-político-utópica” (Longoni y Lucena).

Poco después, en la XXXIV Bienal de Venecia (1968), David Lamelas expone un trabajo que coincide en varios aspectos con el de Jacoby: “Oficina de Información sobre la Guerra de Vietnam en tres niveles: imagen visual, texto y audio”. Ese mismo año, junto con comunicadores sociales y artistas de Buenos Aires y Rosario (Juan Pablo Renzi, León Ferrari, Graciela Carnevale, Rubén Naranjo, etc.), Jacoby participa en la creación de lo que se planea como el primero de una serie de proyectos de creación colectiva, subversiva y violenta. Se trata de la exposición de contra-información “Tucumán Arde”, que había sido gestada durante el “I Encuentro Nacional del Arte de Vanguardia”, en Rosario. Los artistas pretenden generar una obra de alto impacto público, que llame la atención sobre la progresiva extranjerización de la economía, el repliegue de las políticas sociales, el aumento del desempleo, entre otras medidas del régimen de Onganía. Con este proyecto quieren señalar, a la vez, la complicidad de los medios masivos con la dictadura.

“Tucumán Arde” denuncia, en concreto, la explotación de los trabajadores en los ingenios azucareros de la empobrecida provincia de Tucumán. La exposición, realizada primero en la sede de la CGT de los Argentinos (central obrera que se opone a Onganía) en Rosario, y luego en la sede de la Federación Gráfica Bonaerense, en Buenos Aires, combina documentos fotográficos, magnetofónicos y fílmicos, con afiches, carteles callejeros y otros materiales. La vanguardia artística quiere participar, de este modo, de un proceso revolucionario que encuentra en el Mayo Francés y la Revolución Cubana referencias directas. Cuando se realiza en Buenos Aires, la exposición es rápidamente clausurada, y comienza una nueva etapa en la vida de muchos artistas: algunos abandonan temporaria o definitivamente la práctica artística, otros se unen a grupos políticos radicalizados, etc. Jacoby, Antonio Caparrós, Beatriz Balvé y los cineastas Fernando Solanas y Octavio Getino forman el grupo Agitación y Propaganda. Entre otras cosas, organizan proyecciones clandestinas del film La hora de los hornos, de Solanas-Getino, y editan la revista Sobre, donde Jacoby publica una intervención crítica apelando a un recurso paradojal: un póster del Che donde se lee: “Un guerrillero no muere para que lo cuelguen en la pared”. Hacia 1969 inicia investigaciones sobre la protesta social y hasta principios de la década del ochenta forma parte del Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO), de Buenos Aires.

Junto con Juan Carlos Marin, Miguel Murmis, Beba Balvé, Beatriz Balvé, Tomás Bar y Lidia Aufgang publica, en 1973, Lucha de calles lucha de clases, libro que recoge las investigaciones del grupo sobre las recientes movilizaciones políticas y modos de ocupación masiva de la calle, como el Cordobazo (1969). En 1979 regresa a la práctica artística. Entre 1981 y 1989 compone más de cuarenta letras para canciones del grupo Virus. Organiza conciertos de rock experimentales, realiza vestuarios y escenografía para algunos de esos espectáculos, produce shows multimedia y organiza un circuito de discotecas nómades. En la década del 90, retomando en clave pseudopublicitaria sus intervenciones en los medios de comunicación, crea con Kiwi Sainz una marca ficticia –“Fabulous Nobodies”- que no vende ningún producto. Entre 1994 y 1995 organiza una campaña mediática contra la discriminación de los enfermos de SIDA, distribuyendo remeras con la leyenda “Yo tengo sida”. También a comienzos de la década comienza a concebir una moneda paralela, el Venus, que conlleva la idea de conexión de diversas personas a partir de los deseos individuales y colectivos. En 1998 comienza a concretar esta nueva etapa de su actividad, con proyectos como “Bola de Nieve”, sitio web que produce una red de artistas conectados por afinidades estéticas y vitales, y “Chacra 99”, que reúne a músicos, diseñadores y artistas multimedia en una chacra durante casi cuatro meses.

En 1999 crea la Fundación Start, de donde surgen la revista ramona (2000, todavía en actividad) y el “Proyecto Venus”. ramona, revista de artes visuales sin imágenes, nace como un espacio donde son principalmente los artistas los que hacen pública su voz, por medio de escritos a veces balbuceantes, pero que critican a individuos, grupos o situaciones de poder dentro del circuito de arte. Con el tiempo se transforma en cierta medida en un espacio de investigación, de debate más académico (aunque no sólo), exhuma textos históricos, revisa momentos de la historia del arte, etc. Pero no deja de lado la voz de todo tipo de colaboradores ni el sentido del humor. Por su parte, el Proyecto Venus (actualmente proyectoV) conecta a artistas y no artistas en una red de intercambios de servicios y productos –en cierto modo una red de trueque a la vez que un espacio de producción afectiva- en Internet y fuera de ella, por medio de la moneda Venus.

En 2002, Jacoby realiza la primera versión de la performance e instalación Darkroom: en una sala oscura, donde varios actores se mueven a tientas y sin libreto, un espectador por vez realiza un recorrido provisto de una cámara filmadora con rayos infrarrojos. El medio creado expresa los miedos de una sociedad violentada y violenta. Una segunda versión de la obra se realiza en 2005.

 

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