El amor era otra cosa, de Majo Arrigoni

Ciudad de Córdoba, Argentina. Del 31 de octubre al 20 de diciembre 2018.
Exhibición de Majo Arrigoni, “El amor era otra cosa”
The White Lodge
Emilio Olmos 15 4 N
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Exhibición de Majo Arrigoni, “El amor era otra cosa”

The White Lodge presenta la exhibición a cargo de Majo Arrigoni, “El amor era otra cosa”. La misma podrá ser visitada desde el miércoles 31 de octubre 2018 en Emilio Olmos 15 4N, Córdoba Capital., hasta el 20 de diciembre 2018; los lunes, miércoles y viernes de 14 a 18 hs o con cita previa a thewhitelodgeart@gmail.com.
Con entrada libre y gratuita.

 

Para esta obra, tanto la situación social como mi situación personal fueron determinantes. Comencé a trabajar en torno a este proyecto a pocos meses de quedar embarazada. Las complicaciones del mismo embarazo y luego del parto marcaron, muy a pesar mío, mi ritmo de trabajo. Ya por esos días estaba fuertemente instalado en la sociedad el debate en torno a la violencia de género, se realizaban marchas y manifestaciones en todo el país, y en Córdoba los manifestantes se convocaban para comenzar a marchar a metros de mi casa, en Colón esquina Cañada.

No se trataba sólo del tema de agenda en todos los medios, eran también las mismísimas voces que se escuchaban desde un piso 15 en donde entonces vivía: #NiUnaMenos (el hashtag contra el femicidio), #YoTambién (confesaban mujeres abusadas) y con el paso del tiempo llegó el reclamo por el #AbortoLegal. El debate en la Cámara de Diputados y Cenadores para #QueSeaLey lo escuché completo mientras pintaba en mi taller, con mi hijo recién nacido durmiendo en su cuna u observando desde su cochecito. Así, pintar una y otra vez el rostro de una mujer se volvió una tarea inevitable y mi manera de pensar quién soy, quiénes somos, cuáles son nuestros derechos, cuáles nos han arrebatado. Retraté mujeres, las fotografié, las pinté, las dibujé, las bordé, profundamente atravesada en el pensamiento y en el cuerpo por todas estas batallas.

El título de esta serie hace alusión a aquellos debates descarnados, despojados de romanticismo, que tuvieron lugar mientras se gestaba la obra.

                                                                                                            Majo Arrigoni

 

 

 

 

 

 

Octubre de 2018

El retrato y la mirada. Otra construcción de lo femenino en el arte.

¿Y qué era el amor? Era un sentimiento intenso y apasionado que dos seres humanos podían experimentar en sí y entre sí. Que prometía felicidad a través de la unión entre esos dos, hasta ese momento incompletos, dándole continuidad eterna al sentimiento. Una energía que colorearía hermosamente el mundo e, incluso, vencería cualquier dificultad exterior a esa relación y cualquier pequeña desavenencia en el interior de la pareja porque “el amor lo puede todo”. Ese amor existe. Es el amor romántico. Lo que pareciera no cumplirse es su eternidad.

Entonces, cuando termina ese amor ¿qué sucede? Que las “pequeñas” diferencias se vuelven o se empiezan a percibir como grandes diferencias. Entre ellas están las establecidas en una sociedad moderna patriarcal y capitalista que organiza socialmente el desarrollo del amor romántico heterosexual dentro de una estructura familiar tradicional. A los hombres les corresponde fuerza, intelecto, razón, paternidad, un ser para sí, exterioridad y vida pública-política. A las mujeres, en cambio, debilidad, sentimiento, afecto, maternidad, un ser para otro, intimidad, vida privada y doméstica.

Estas supuestas características funcionan como criterios para adjudicar derechos y obligaciones, libertades y prohibiciones, y repartir roles, comportamientos, valores y creencias entre hombres y mujeres. En consecuencia, se fijan posiciones en una relación de poder jerárquica y desigual entre opresores y oprimidas. Los males del patriarcado y del capitalismo los sufrimos todxs pero hay quienes los sufren más.

El retrato y la mirada. En el retrato a individuos podemos distinguir dos tipos: el personalista y el genérico. El personalista, con nombre y apellido, conlleva dos aspectos, el de informar sobre el retratadx, su fisonomía y psicología, y el de mostrar sus condiciones sociales, etarias y de género. El retrato individual genérico expresa sólo estas últimas en un imagen-tipo (niñx, pobre, mujer, etc.).

Respecto a la mujer, la pintura y la fotografía han mostrado un cuerpo que encarna una subjetividad objetualizada desde la mirada masculina. Durante siglos se han producido construcciones modélicas de lo femenino: fragilidad, sensualidad, emotividad, maternidad. El aumento de producciones de artistas mujeres durante el Siglo XX aportó concepciones más autónomas sobre sí mismas y sobre el mundo. Una irrupción con fuerza colectiva feminista se dio en las décadas de los 70 y 80 al utilizar como una estrategia, entre otras, el apartarse de la pintura en tanto lenguaje de larga tradición masculina y machista, para elegir la fotografía a la que consideraron más intocada por los artistas hombres. Mayormente, las imágenes ponían en discusión y atacaban radical e irónicamente a las representaciones estereotipadas que el arte había hecho de las mujeres.

 

 

 

 

 

 

 

En las pinturas de Majo Arrigoni, aquí presentadas, podemos suponer se sigue una tradición pop en los retratos, aquella que jugó con el lenguaje entre la fotografía y la pintura tratando con lo banal, lo trivial y lo cotidiano. Que en su deriva, incluyó imágenes de personas famosas, fetiches de consumo masivo así como otras desconocidas y cercanas al entorno familiar o amical del o de la artista. Aquí, no se trata de ninguna de esas dos variantes sino que mediante una apropiación de retratos fotográficos seleccionados de la Internet bajo los criterios de condiciones sociales y, principalmente, por la expresión de la mirada se construye un discurso colectivo que podemos valorar como masivo en su producción y consumo. En la apropiación y repetición Arrigoni desvincula la imagen de la autoría original y de la personalidad de la retratada para intensificar la fuerza de una voz. Es la voz común de la consigna en las marchas feministas y que, también, se pronuncia cotidianamente en todo ámbito posible, privado y público. Estas mujeres retratadas no son miradas, en el sentido tradicional de construidas por otros, sino que miran a un otrx. Es una mirada femenina hacia el mundo más que sobre el mundo. Es una mirada determinada, decidida, seria, tranquila, sin concesiones que dice: basta.

Ahora bien, dentro de lo común hay diversidad. Ser de clase media, blanca, universitaria, de generación millennial o postmillennial marca divergencias importantes entre las mujeres y sus relaciones sociales en general. Por otro lado, la urgencia y rapidez con la que se están sucediendo los cambios que esta revolución feminista viene produciendo parece no dar tiempo para pensar y resolver en acto las contradicciones internas que cada una tenemos. Pero en la mirada persistente, que no se desvía, que no duda, incluso arrogante y altanera, como dice Majo, se expresa algo importante de este movimiento: la autodeterminación como mujer y la convicción en la ideas ofrecen una expectativa de continuidad en el proceso de transformación social que parece estar multiplicándose en cantidad de sujetxs y de acciones. Un movimiento que se expande, más allá de sus objetivos específicos, en las posibilidades de las luchas colectivas por muchos otros derechos y en contra de desigualdades de todo tipo.

En las miradas determinadas que se repiten en estos retratos hay sutiles diferencias, algunas son más desafiantes, otras más calmas mientras otras parecen estar en un impasse o en un momento de hacerse preguntas. Pero todas expresan pensamiento. Podemos decir que, otra vez, la serialidad de los retratos intensifica esa expresión pensante. Repetición del gesto, de la paleta y aplicación casi plana del color que ayuda desde lo formal a despojar a las fotografías originales, casi por completo, de algún carácter emocional. En el instante de captura y, luego, tratamiento de sus imágenes estas mujeres no están siendo sensuales, emotivas, maternales sino que aún pudiendo tener esas supuestas características de lo femenino ahora están reflexionando y hablando a través de sus ojos a un otrx. En estas imágenes-tipo ya no son objetos sino sujetos que convierten a los posibles espectadores, por medio de la mirada directa que los interpela, en sujetos participantes sin escape. Quizás haya en estas pinturas, más que una expresión de un discurso feminista, la manifestación de otra construcción, aún abierta y en proceso, de lo femenino.

                                                                                                                                             Andrea Ruiz.

 

 

 

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