Alberto Greco: ¡Qué grande sos!

Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Del 8 de abril de 2021 al 1° febrero de 2022
Exposición Alberto Greco: ¡Qué grande sos!
Museo de Arte Moderno de Buenos Aires
Avenida San Juan 350
Ministerio de Cultura de la Ciudad
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Alberto Greco: ¡Qué grande sos!

Museo Moderno

El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, dependiente del Ministerio de Cultura de la Ciudad, tiene el honor de presentar Alberto Greco: ¡Qué grande sos!, la primera exposición retrospectiva del artista producida en la Argentina. La apertura al público tendrá lugar el próximo jueves 8 de abril 2021 de 14:00 a 20:00, con entrada gratuita y reserva previa, en el edificio ubicado en Avenida San Juan 350.

Esta exposición es el resultado de una de las investigaciones más importantes que haya realizado el Museo Moderno, con la que apuesta a honrar y compartir el enorme legado de Alberto Greco con la sociedad. Desde el comienzo de su gestión como directora de este museo, Victoria Noorthoorn anheló presentar una exposición que, desde una perspectiva autoral y desde el Sur, ofreciera al público un Greco vivo y presente. Así fue que se produjo una fuerte sinergia grupal entre la investigación desarrollada por Marcelo E. Pacheco y María Amalia García, que se materializó en 2016 con el libro homónimo Alberto Greco: ¡Qué grande sos!, y la incorporación de Javier Villa, curador senior del Museo, al grupo de curadores, junto con los museógrafos Daniela Thomas y Felipe Tassara, radicados en San Pablo, e Iván Rösler, desde el Museo. “Bajo la mirada de este gran equipo, la sala del museo deviene escenario; las pinturas y los dibujos se liberan de la noción de fetiche y contribuyen a presentar a Greco en movimiento, inaugurando una nueva forma de acercar su vida y su obra a los jóvenes que no lo conocieron”, sostiene Noorthoorn.

Como una de las figuras catalizadoras del arte contemporáneo en la Argentina, Alberto Greco (Buenos Aires, 1931 – Barcelona, 1965) fue un artista central en las rápidas transformaciones que se produjeron en el pasaje de la pintura informalista al objeto y a la acción, por lo que generó una gran apertura del horizonte artístico para todas las décadas que le sucedieron.

En esta puesta que exhibirá más de 100 piezas centrales del legado de Alberto Greco, se incluye una selección de sus obras, reconstrucciones de archivo y “episodios ciegos”. Para estas últimas obras u acciones claves del desarrollo artístico de Greco que solo han permanecido en la memoria de testigos y de las que no existe registro visual, el equipo grequista del Moderno convocó a muy diversos artistas contemporáneos argentinos a recrearlos mediante obras y acciones que incluimos en la muestra con la intención de mostrar un Greco vivo y aún presente en nuestra comunidad cultural. Los artistas participantes son: Joaquín Aras, Guillermina Etkin, Sebastián Gordín, Daniel Leber, Agustina Muñoz y Paula Pellejero.
Alberto Greco fue un artista irreverente y mordaz que cuestionó los mandatos sociales y las convenciones culturales. En menos de diez años revolucionó el mundo del arte al desarmar las lógicas imperantes hasta entonces. Desbordó los límites del cuadro y expandió las fronteras del arte al reconquistar el espacio público. Con la idea de refundar la realidad como una aventura que merecía ser percibida nuevamente, comenzó a señalar a las personas rodeándolas con un círculo de tiza y a firmarlas como obras de arte; a este tipo de acciones las llamó “vivo-ditos”. Así, Greco transformó las más diversas situaciones urbanas y rurales en nuevos soportes de experimentación y amplió la circulación de lo artístico a nuevos públicos.

A través de la experimentación constante, Greco buscó desjerarquizar el arte, disolverlo en la realidad y fusionarlo con la vida. Desde la Exposición rodante de arte argentino, en 1960, en la que exhibió pinturas y esculturas en las plazas de pueblos cuyanos, hasta la rifa de obras que organizó en los lockers de la estación central de Nueva York, en 1965, Greco fue un artista nómade que con su movimiento generó comunidad. Durante su corta vida, participó de las escenas culturales de San Pablo, París, Roma, Madrid, Nueva York y Barcelona, además de Buenos Aires. Si bien estuvo inmerso en un panorama cosmopolita e internacional, nunca dejó de lado el impacto que tuvo la cultura argentina en su pensamiento; el tango y las costumbres populares recorren su producción.

La exposición está organizada en tres núcleos:
I) Viva el arte vivo, que presenta a un Alberto Greco demiurgo: la subjetividad del artista que, a través del trazo, recorre el dibujo, la escritura y el nombre, y que continúa en la línea que señala y firma lo real (vivo-dito).
II) La p ittura è finita, que despliega las tensiones entre la constante presencia y el abandono de la pintura dentro de su trabajo.
III) La orden de Greco, que indaga en sus acciones comunitarias, entendidas como colectividad espiritual, artística y social.

Viva el arte vivo

“El arte vivo es la aventura de lo real”, escribió Alberto Greco en el “Manifiesto vivo-dito” de 1962, que lanzó desde Roma. Greco comenzó a trabajar la unión entre el arte y la vida a partir de considerarse a sí mismo como obra de arte. El juego con su nombre parodiaba la centralidad de la firma en el sistema del arte y, a su vez, era funcional a la invención de personajes autorreferenciales. Desde la museografía de la exposición se repone este aspecto con los carteles de los distintos caracteres que moduló su figura. En 1961, empapeló la avenida Corrientes con afiches con su nombre y, a partir de allí, no paró de estampar su firma en los muros urbanos. Sus trazos comenzaron a escapar de la tela y del papel para volverse de tiza sobre el pavimento y refundar un arte unido a lo real. Los vivo-dito (dito es dedo en italiano) son señalamientos de elementos vivos: personas, animales e incluso situaciones urbanas y rurales que Greco firmaba, muchas veces encerrándolas en un círculo de tiza, para declararlas obras de arte.

En esta sección se incluyen su primera y última piezas literarias, el poemario Fiesta y la novela Besos brujos. A su vez, se presenta una decena de tintas entremezcladas con sus vivo-dito, para así generar una continuidad entre su escritura, sus dibujos y sus trazos en lo real. Por último, se incluyen diversas formas que Greco utilizó para autoproclamarse como obra de arte, desde las tarjetas personales “Alberto Greco. Objet d’art”, a los carteles “Alberto Greco obra fuera de catálogo”, y la última inscripción que Greco hace sobre su cuerpo –en 1965 escribe la palabra “FIN” sobre sus brazos y se quita la vida–, que podría considerarse el cierre de esta aventura de lo real.

La pittura è finita

“A los cuadros primero hay que ponerles la oreja, hacerles decir treinta y tres y luego mirarlos”. Con esta frase, Alberto Greco aludía con simpatía a la transformación del arte en algo vivo. Con dos hitos iniciales que tuvieron lugar a mediados de los años 50, Greco comenzó a poner en crisis la pintura. Por un lado, con su firme intención de exhibir seis cartulinas de color –productos industriales ya existentes y sin intervención manual– como obras de arte. Por otro lado, con la realización azarosa de pinturas con huevos cargados de tinta lanzados sobre la tela. La crisis de la pintura llegaría pronto con sus obras monocromas negras. En una obra monocroma no hay formas coloridas en la superficie, se agota el lenguaje de la pintura y se inicia la búsqueda del artista por fuera de los límites del marco. Greco intensificó esta orientación hacia el exterior del cuadro incluyendo elementos de lo real: orinaba sus pinturas y las dejaba a la intemperie para que la lluvia y el hollín de la ciudad las alterara. Detrás del círculo de pinturas monocromas (sobre las espaldas de los cuadros) pueden verse los vivo-dito, con los que Greco declaró la muerte de la pintura, armado con una tiza: “La pittura è finita” (La pintura está terminada).

En este núcleo, un gran círculo de pinturas negras pone en escena el monocromo en tanto límite de la pintura como desarrollo moderno. Las pinturas exentas, como cuerpos, reunidas en un núcleo central no falto de misticismo ofrecen al espectador una experiencia pictórica con una alta carga ritual. Para esta exposición, el museo reunió pinturas de Greco cruciales, provenientes de colecciones públicas y privadas de Buenos Aires, incluidas las obras monumentales de Greco del Museo Moderno y el MNBA.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La orden de Greco

“Yo elegía panes de formas maravillosas y las ratas creaban laberintos fabulosos. Trabajan para comer. ¡He cumplido mi sueño de trabajar en equipo!” A lo largo de su vida, Greco gestionó constantemente distintas maneras de acción comunitaria. Desde sus comienzos, agitó redes, prácticas y espacios de intercambio colectivo: organizaba exposiciones y eventos con artistas de diversos países y condecoraba a aquellos que eran dignos de formar parte de la orden de Greco, como la coronación de su gran amiga Lila Mora y Araujo. Lo comunitario no se limitó al ámbito artístico: la astrología, la espiritualidad y las tradiciones y costumbres populares tuvieron un lugar clave en su cosmovisión. Greco hacía de su sensibilidad una religión: la magia, el ocultismo y la videncia formaban parte de sus dones e intereses (siempre citaba a Enrique Santos Discépolo: “¡ah, si pudiera vivir sin presentir!”). El pueblo, los trabajadores y las trabajadoras fueron protagónicos en sus señalamientos de arte vivo. El impacto que tuvieron sus viajes por el interior de la Argentina se consumaron en el gran ritual comunitario que fue su intervención en Piedralaves (una aldea rural en Ávila, España), la que firmó como obra y a la que declaró capital internacional del grequismo.

La exposición Alberto Greco: ¡Qué grande sos!, cierra con una sala dedicada íntegramente a Piedralaves, su acción más vasta e integral de arte vivo. Allí se fundió con la comunidad local, interactuando con el lugar y sus habitantes. “Estoy preparando un largo rollo de unos 300 metros por 10 cm con las últimas fotografías. Aquí firmé todo un pueblo, con todas sus gentes”, escribió Greco en una de sus cartas. Las 30 fotografías de Monserrat Santamaría son testimonio de la interacción y producción comunitaria de Greco allí. En la elección de este poblado español resuenan los paisajes y las personas que conoció por el interior de la Argentina en sus recorridos iniciáticos. En esta exposición, estas fotos de Piedralaves se ven de una forma inédita gracias al dispositivo que permite percibirlas a escala humana y que habilita el recorrido del visitante como si caminara por la aldea y fuese parte de la escena.
Junto a esta sala dedicada a Piedralaves, el Museo Moderno actualizará la experiencia del rollo y la comunidad que Greco produjo y compartió con los habitantes del pueblo. Durante la exposición, el Museo pondrá en circulación un nuevo rollo para trabajarlo con distintas comunidades de la ciudad y del país, y exhibirá los resultados de esta acción colectiva actual.
Episodios ciegos y reconstrucciones

Como parte del concepto curatorial de ofrecer un Greco vivo, el Museo Moderno encargó a muy diversos artistas argentinos la realización o evocación de obras o acciones míticas de Greco, con la intención de activar y apoyar a la comunidad artística argentina en un momento tan desafiante, y en línea con la actitud demostrada por Greco en vida, de un gran compromiso con sus pares e interés social y comunitario. Las obras y gestos de Greco evocados por los artistas son las siguientes:

I. Besos brujos. Agustina Muñoz y Guillermina Etkin dan vida sonora a la gran novela gráfica de Greco como una pieza que vocifera, declama, lee y canta. Besos brujos fue un gran collage textual que pivotea entre el diario íntimo y el relato ficcional, y es testimonio de sus desencuentros amorosos.

II. Grafitis parisinos y Fin. Los grafitis en los baños parisinos marcan una primera inscripción de la firma de Greco, dando inicio a su vida como obra de arte, que tuvo en la última inscripción en su cuerpo –FIN– el cierre de esta aventura de lo real. Tanto los grafitis como el suicidio de Greco son interpretados por Sebastián Gordín enfatizando su aspecto queer.

III. Referencias documentales, acción tachista y 30 ratones. En una video instalación que copia las formas de un rollo, Joaquín Aras recorre, mediante materiales de archivo, las referencias vernáculas y cosmopolitas del mundo visual de Greco. A su vez, Aras reconstruye la pintura tachista que Greco realiza con el artista brasileño Norberto Nicola, lanzando huevos cargados de tinta a una tela. Por último, evoca la provocación de Greco en la Galerie Creuze de París, cuando expone 30 ratones vivos en referencia a los 30 artistas argentinos de la nueva generación que promocionaba la exposición.

IV. Corona. Con una nueva simbología tomada de las propias escrituras callejeras de Greco, Daniel Leber reconstruye la corona con la que el artista coronó a su amiga Lila Mora y Araujo dentro de La orden de Greco.

V. Mi Madrid querido. Paula Pellejero traduce a una video instalación el caótico y desbordante evento vivo-dito que Greco realiza al volver brevemente a Buenos Aires en 1964, luego de una prolongada estadía en Europa.

 

El Museo Moderno decidió también reconstruir materialmente dos obras de Greco actualmente inhallables. Ambas fueron realizadas por el artista Fernando Sucari: La monja asesinada –exhibida en la exposición Las monjas en la galería Pizarro de Buenos Aires, en 1961– y la pintura que realiza Greco para la acción titulada Encarnación Heredia Mujer Sufriente.

A su vez, varios artistas participarán en la reconstrucción de la acción que Greco realizó en Nueva York en 1965, donde reunió trabajos de varios artistas (entre ellos, Christo, Alan Kaprow, Claes Oldenburg y Man Ray) y organizó una rifa utilizando los lockers de la Estación Central de esa ciudad. Repartió las llaves entre el público y cada participante abrió su locker para encontrar, o no, una obra como premio. Reactualizando esta acción, el Museo Moderno recupera el sentido comunitario de Greco como activador de instancias sociales de interrelación creativa. En cada tómbola, los asistentes ganadores se llevarán una reproducción (serigráfica o fotográfica) de una obra de la colección del museo. Artistas participantes: Bruno Dubner, Tomás Espina, Ana Gallardo, Verónica Gómez, Marie Orensanz, Andrea Ostera, Luis Pazos, Hernán Soriano, Cecilia Szalkowicz y Pablo Ziccarello.

Por último, durante la exposición, tanto artistas como público general participarán en la producción de vivo-ditos en las diversas ciudades del país y en la confección de un rollo comunitario, haciendo referencia al Gran manifiesto-rollo arte Vivo-Dito que Greco activó con la comunidad de Piedralaves, en Ávila, España.

Museografía

Para el diseño de la exposición fueron convocados Daniela Thomas y Felipe Tassara, diseñadores brasileños que han trabajado con el museo en varias ocasiones, en exposiciones como El círculo caminaba tranquilo, Historia de dos mundos y Archivo Aldo Sessa. Junto a los aportes de Iván Rösler, Jefe de Diseño y Producción de Exposiciones del museo, Thomas y Tassara aceptaron el desafío de Victoria Noorthoorn y Marcelo Pacheco en su deseo de ofrecer un Greco vivo en un montaje jamás visto. La exposición Alberto Greco: ¡Qué grande sos! incluye una selección de sus obras, materiales de archivo, reconstrucciones y evocaciones de artistas contemporáneos que en esta exposición cobran vida propia y permiten la irrupción del arte vivo en las salas y el necesario encuentro con la ficción. Las paredes se diluyen, y el piso, en tanto territorio, deviene escena para artista y espectadores por igual. Explica Thomas: “De inmediato nos dimos cuenta de que no podíamos apelar al recurso de fijar sus obras en paredes, en un recorrido expositivo tradicional. Comprendimos que sería una paradoja, una negación de aquella furia creativa que marcó su carrera. Nuestro deseo fue, entonces, realizar una “ocupación Greco”. En cualquier momento una obra puede ser vista al mismo tiempo que otras, en una superposición que parece responder al propio impulso grequista (…) como si allí estuviese Greco en su totalidad y pudiese ser atravesado por el cuerpo sensible del visitante”.

Curaduría: María Amalia García, Marcelo E. Pacheco y Javier Villa
Diseño de exposición: Daniela Thomas, Felipe Tassara e Iván Rösler
Asistencia curatorial: Paula Pellejero
Artistas participantes: Joaquín Aras, Guillermina Etkin, Sebastián Gordín, Daniel Leber y Agustina Muñoz
Productor: Edgar Lacombe.
Coordinación de montaje: Leo Ocello
Diseño gráfico: Paula Galli

 

Libro

La exposición está acompañada por una importante publicación bilingüe, reeditada
por el departamento editorial del museo. Esta obra es el resultado de una exhaustiva investigación que llevó a cabo el equipo del museo con el objetivo de actualizar el campo de conocimiento sobre Alberto Greco. La primera edición fue publicada en 2016 con el aporte de Mecenazgo Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La publicación presenta ensayos de Gonzalo Aguilar, Mario Cámara, Rafael Cippolini, Estrella de Diego, Sofía Frigerio, María Amalia García, Ana Longoni, Marcelo E. Pacheco, Alejandro Tantanián y Viviana Usubiaga, compilados por García y Pacheco. También incorpora un cuerpo de imágenes para cuya selección se han tenido en cuenta todos los archivos documentales nacionales e internacionales que conservan documentación visual sobre obras de Greco. A esto se suma la intervención del artista argentino Alberto Passolini, invitado a crear una serie de dibujos que ponen en acción situaciones artísticas realizadas por Greco, que solo son conocidas por la memoria narrativa y personal de sus testigos o por descripciones de medios gráficos de la época. También incluye un cuerpo de material inédito de centros de documentación y bibliotecas, entre el que se cuenta la correspondencia enviada por Greco desde Europa, versiones de su manifiesto del arte vivo-dito y entrevistas o artículos hasta ahora no rescatados. La exhaustiva cronología crítica realizada por Sofía Frigerio incluye una cantidad de información vital para sus recorridos entre la escena local y europea y corrige ciertos datos erróneos o distorsionados que se manejaban en bibliografías anteriores sobre el artista. Es así que, desde distintas disciplinas, el libro rinde cuenta de la complejidad, originalidad y variedad de la producción de Greco y su reedición resultará de interés para el público general y el especializado.

La reedición de esta importante publicación del Museo Moderno ha podido realizarse gracias al generoso aporte de 5D+ Capital, que nos apoya en esta oportunidad a través de la entusiasta gestión de la Asociación Amigos del Moderno, a la cual agradecemos muy especialmente.

 

Biografía

Alberto Greco (Buenos Aires, 1931 – Barcelona, 1965) es un artista inaugural de la escena contemporánea. Las primeras vinculaciones artísticas de Greco están ligadas al ámbito literario y a figuras como Sara Reboul, Ernesto Schoo, Juan Rodolfo Wilcock y María Elena Walsh. Entre 1947 y 1948 concurrió a los talleres de Cecilia Marcovich y de Tomás Maldonado y Lidy Prati; en esta línea se vinculó a Edgar Bayley, teórico del invencionismo. Durante 1950 recorrió el Noroeste argentino y se interesó por la cultura y la música de la región. En 1954 obtuvo una beca del gobierno francés, y en junio se embarcó a París. Allí vendió sus dibujos y pinturas tachistas en el café Les Deux Magots y en el Café de Flore, y en 1955 expuso por primera vez en la galería La Roue.

En 1956, Greco regresó a Buenos Aires y exhibió
en la galería Antígona los gouaches realizados durante su estadía parisina. En 1957 viajó a Brasil: en Río expuso en la Petite Galerie y en San Pablo presentó sus obras informalistas en el Museu de Arte Moderna; a
su regreso a Buenos Aires, en 1958, realizó la muestra
9 artistas de San Pablo (entre los cuales se incluye a
sí mismo) en la galería Antígona. En 1959 integró el Movimiento Informalista argentino, junto con Enrique Barilari, Kenneth Kemble, Fernando Maza, Mario Pucciarelli, Towas y Luis Alberto Wells. Greco exhibió su serie de “pinturas negras” en la galería Pizarro
en 1960. También en 1960, en el VI Salón Arte Nuevo, realizado en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori, Greco mostró un tronco quemado y unos trapos de piso. En 1961 efectuó dos intervenciones claves de su carrera: en octubre, su exposición Las monjas, en la galería Pizarro; en noviembre, su primera intervención urbana: una pegatina en el centro porteño con las leyendas “¡Greco qué grande sos!” y “Greco: el pintor informalista más grande de América”.

En 1962, ya nuevamente en París, participó en la muestra Pablo Curatella Manes et trente Argentins de la nouvelle génération, organizada por Germaine Derbecq en la galería Creuze, donde presentó su primera obra de “arte vivo”: 30 ratones de la nueva generación. En marzo realizó la Première Exposition Arte Vivo en las calles de París, señalando y firmando personas, objetos y lugares; en esta experiencia participó el artista argentino Alberto Heredia. De Francia se desplazó a Italia, y en Génova, el 24 de julio de 1962, publicó en italiano el “Manifesto Dito dell’Arte Vivo”. En enero de 1963, en el Teatro Laboratorio, junto a Carmelo Bene y Giusseppe Lenti, presentó Cristo 63: omaggio a James Joyce: el escándalo que suscitó esta acción terminó en su expulsión de la ciudad.

De Italia huyó a España; alternó su estadía entre Madrid y Piedralavés, una pequeña localidad en Ávila. Allí comenzó a trabajar en su obra Gran manifiesto-rollo del arte-dito. En Madrid se relacionó con Adolfo Estrada, Manolo Millares y Antonio Saura, entre otros. En esta ciudad, organizó numerosas acciones; entre ellas, Viaje de pie en el metro de Sol a Lavapiés.
En 1963, con la ayuda de Lawrence Viola, se instaló en un departamento en Madrid, y desde allí lanzó Galería Privada. En mayo de 1964 expuso estas obras en la muestra individual Objets vivants, en la galería Juana Mordó de Madrid, y en un viaje a Buenos Aires realizó en la galería Bonino Mi Madrid querido, espectáculo vivo-dito con la colaboración del bailarín español Antonio Gades.

En 1965, hizo la Rifa vivo-dito en la Central Station de Nueva York, con la colaboración de Christo, Roy Lichtenstein, Daniel Spoerri y Allan Kaprow, entre otros. En mayo retornó a España con Claudio Badal, un viejo amor con el que se reencontró en Nueva York. Greco pasó ese verano en Ibiza junto con Badal, y
allí trabajó en Besos brujos: 120 láminas intervenidas con textos, pinturas y collages. Ya alejado de Badal, regresó a Madrid y de allí siguió a Barcelona. Se suicidó un 12 de octubre.
En diciembre de ese mismo año, la galería Pizarro realizó una muestra homenaje y, a los cinco años de su muerte, Luis Felipe Noé, junto con la galería Carmen Waugh, le dedicó una segunda exposición póstuma.

 

Programación actual

Quienes asistan al museo podrán recorrer las salas donde se exhiben las siguientes exposiciones:
Una llamarada pertinaz: La intrépida marcha de la colección del Moderno.
Ulises Mazzucca: Gimnasia espiritual. Hasta el 21 de junio.
Elda Cerrato: El día maravilloso de los pueblos. Hasta el 30 de agosto.
Nicanor Aráoz: Sueño sólido. Hasta el 6 de junio.
Diana Aisenberg: Mística robótica en la economía de cristal. Instalación de sitio específico.
Cotelito: Vuelvo como un jardín después del invierno. Instalación de sitio específico.
Elian Chali: Plano inesperado. Intervención de sitio específico.
Santiago Iturralde: La pintura desnuda. Hasta el 31 de mayo.

 

Recorridos presenciales en el museo

El museo ofrece visitas educativas a sus exposiciones, dirigidas a todo público, de miércoles a lunes en dos horarios: 14:00 y 16:00.
Actividad gratuita, con capacidad limitada e inscripción previa en museomoderno.org.

El museo se puede visitar en Avenida San Juan 350.
Lunes, miércoles, jueves y viernes de 11:00 a 19:00.
Sábados, domingos y feriados de 11:00 a 20:00.
Martes cerrado.
Entrada general $50. Reserva de entradas en museomoderno.org.

 

 

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