La máscara nunca miente

Barcelona, España. 15 diciembre 2021 a 1 mayo 2022.
La máscara nunca miente
CCCB / Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona
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La máscara nunca miente

La máscara nunca miente traza un recorrido a través de los usos políticos de la máscara en la modernidad y aborda las políticas de control sobre el rostro, las resistencias culturales a la identificación, la defensa del anonimato, las estrategias de terror en el acto de ocultación o la forma que tienen los malos, los héroes o heroínas y los disidentes de mostrarla como símbolo identitario. Nuestro mundo no puede entenderse sin máscaras y enmascarados, y menos aún en el momento actual, en el que una pandemia nos ha obligado a vivir detrás de ellas.

«Las máscaras sirven para comunicarnos con lo invisible, pero también poseen un componente subversivo y clandestino. Bajo estas, al amparo de lo no visto, nuestra identidad queda en secreto y somos capaces de hacer realidad nuestros deseos más prohibidos con cierta seguridad. La máscara no es pasado, como tampoco miente».

Servando Rocha

 

 

 

 

La máscara y el universo político del rostro

En todo el mundo, la máscara es un objeto cultural central, íntimamente ligado a lo largo de la historia a la representación de la identidad y a la vida en comunidad. Si, en el origen, tenía sobre todo una dimensión trascendente de comunicación con los dioses y los muertos, a lo largo de los siglos ha ido alternando ese carácter religioso con un sentido cultural y político de primer orden. Indisociable del teatro, pero también del carnaval y de otras formas de la cultura popular, la máscara es asimismo un instrumento clave en la lucha política, en la que despliega de manera fascinante y aterradora su poder para ocultar y hacer visible a la vez. Hoy que la pandemia ha hecho que la máscara sea un elemento aún más central de la vida colectiva, esta dimensión política resulta más ineludible que nunca.

Entre todos los significados posibles de la máscara, esta exposición de Servando Rocha y Jordi Costa muestra una selección de sus usos políticos a lo largo del siglo xx, desde la opresión y el racismo del Ku Klux Klan hasta el potencial subversivo de las Pussy Riot. Con su ambivalencia, la máscara ha servido (y sirve todavía) de instrumento de control y de imposición del terror por parte de poderes de toda índole, pero también de herramienta clave de contestación y transgresión del orden establecido. Y si tiene esta fuerza política, es porque la máscara es una interfaz, un espacio que vincula el yo con el nosotros, y lo que somos con lo que querríamos y —quizá— podríamos ser.

La máscara oculta el rostro, ese lugar por excelencia de encuentro con el otro y de vulnerabilidad compartida, tal como recuerda Emmanuel Lévinas. Y es precisamente esa fragilidad universal la que revelan hoy, en plena pandemia, las mascarillas quirúrgicas, símbolo de solidaridad y de defensa de la vida en común, pero también elemento distópico que remite a la crisis de la libertad de expresión y al control biopolítico. La máscara oprime y subvierte, miente y revela verdades ocultas, difumina las fronteras entre ficción y realidad. La exposición subraya esta ambivalencia inherente a la máscara, que, en el actual contexto de fin de época y en un mundo dominado por las redes sociales y las interfaces tecnológicas, adquiere un sentido del todo renovado.

Judit Carrera
Directora del CCCB

 

Estructurada en siete ámbitos que funcionan como siete relatos cerrados, pero conectados subterráneamente por reveladoras recurrencias temáticas e iconográficas, La máscara nunca miente combina una amplia selección de material documental y recursos audiovisuales con objetos que permiten entender tanto la polisemia de la máscara (pasamontañas de Pussy Riot, capuchas de protestas feministas, máscaras de luchadores mexicanos, máscaras antigás, máscaras Perchta del folclore austríaco…) como la singularidad de los diferentes contextos en los que la ocultación del rostro ha adoptado un cariz político (objetos masónicos, la cámara y la silla utilizadas en el sistema antropométrico de Alphonse Bertillon, panfletos activistas, armas…).

Piezas de artistas como Félicien Rops, Lavinia Schulz, Leonora Carrington, Kati Horna, Marcel Janco, David Lloyd y Lourdes Grobet, entre otros, conviven en el espacio de la muestra con nuevas producciones artísticas realizadas a propósito a cargo de Nico Roig, Martí Riera y Onliyú, José Lázaro, Joaquín Santiago, Fernando González Viñas, Dostopos, May Pulgarín (Tropidelia), Las Migras de Abya Yala (Jahel Guerra Roa y Lorena Álvarez Chávez), Domestic Data Streamers, Antoni Hervàs, Beatriz Sánchez y Gitano del Futuro.

 

Introducción. Las edades de la máscara

En su origen, la máscara es un objeto mágico que nos conecta con la parte más pulsional de nuestra identidad. «La máscara nunca miente» nos recibe con un enigma de 9.000 años que nos contempla desde los ojos de las máscaras neolíticas, rastro de un posible culto a los antepasados surgido cuando los primeros asentamientos agrícolas fundaban la civilización. En el contexto contemporáneo, la máscara despliega sus múltiples sentidos y se convierte en arma política, emblema de la infiltración de la cultura popular en las turbulencias de la historia e instrumento para un reencantamiento del mundo, entre otras muchas posibilidades. Algo del poder secreto y transformador de la máscara ritual subsiste incluso en nuestro presente pandémico y enmascarado.

1. Carnaval salvaje
La historia del éxito del Ku Klux Klan es, entre otras cosas, la historia de su evolución indumentaria: el triunfo de un diseño textil. El primer Klan, fundado en Tenesse en 1865, basaba su estrategia del terror en atavíos de rudimentaria confección doméstica y de inspiración carnavcalesca, que emulaban presencias demoníacas. Años más tarde, con la formación en franca decadencia, el estreno de El nacimiento de una nación (1915), basada en la novela The Clansman (1905), de Thomas Dixon, alentó la creación del segundo Klan, que adoptó el aspecto de un ejército homogéneo y cohesionado bajo esos icónicos uniformes blancos.

2. El rey de los fantasmas
El malvat i adorat Fantômas, nascut a la novel·la popular francesa a principis del segle XX i traslladat al cinema mut per Louis Feuillade, va inspirar, entre molts d’altres, pintors i poetes surrealistes. En un París sacsejat per la criminalitat, Fantômas encarnava la fantasia del malvat de rostre fluid, sempre en transformació, i va ser la gran resposta de la imaginació popular al control del rostre desenvolupat per la incipient policia científica francesa de l’època. Darrera d’aquesta figura fascinant podria trobar-se un personatge real d’origen espanyol: el famós rei dels lladres Eduardo Arcos, que reivindicava haver estat la inspiració dels escriptors Marcel Allain i Pierre Souvestre.

3. El gran fraude
A finales del siglo XIX, Léo Taxil (el seudónimo más célebre del prolífico escritor Marie Joseph Gabriel Antoine Jogand-Pagè) publicó una cantidad impresionante de libros con documentos y testimonios falsos para construir una historia secreta de la masonería asociada a cultos oscuros y diabólicos. Más tarde admitió que todo había sido una gran mentira provocando una sacudida entre las sociedades secretas, la iglesia y el papado, en una controversia de finales del siglo XIX. A pesar de eso, la mentira se emancipó de sí misma y, desde entonces, tanto la literatura como la cultura popular representaron a los masones como figuras enmascaradas, perpetuando una falsa pista que se superposar a la realidad. El caso Taxil es un ejemplo pionero del fenómeno de las fake news, capaces de sobrevivir a su propia desarticulación.

4. El cabaret espectral
En 1916, en el Cabaret Voltaire de Zúrich, los fundadores del dadaísmo conjuraban los horrores de la guerra europea a través del baile salvaje; utilizaban para ello las máscaras, como elemento fundamental de su fascinación por lo primitivo en oposición a la «razón» genocida encarnada en la experiencia traumática de la contienda. Sophie Taeuber-Arp o Emmy Hennings, dos figuras centrales en el nacimiento de Dadá, veían en las máscaras antigás y las «caras rotas» —los rostros desfigurados de los soldados— la expresión del infierno en la tierra. Por otro lado, en las zonas de disidencia de la danza expresionista, Mary Wigman y Lavinia Schulz exploraban de distintas formas el poder transformador de la máscara. Su irradiación alcanzaría a otros movimientos de vanguardia y sus ecos se proyectarían en el tiempo sobre la sororidad mágica encarnada en la tríada de complicidades que, años más tarde, construirían Kati Horna, Remedios Varo y Leonora Carrington.

5. La lucha
Los luchadores mexicanos no solamente se mueven en el terreno de la ficción, sino que constituyen toda una fuerza social sin rostro cuyas raíces se remontan a la cultura azteca y sus guerreros enmascarados. Son justicieros y héroes del pueblo que, a su vez, expresan las tensiones entre rostro, identidad y máscara. El emblemático Superbarrio Gómez, surgido tras el devastador terremoto de 1985, encarna un decisivo salto de esa mitología desde el ring hasta la lucha social. Este tránsito ha sido emulado por muchas otras figuras, que han tenido en el ecologismo, el feminismo, el movimiento animalista y los derechos de la comunidad LGTBI+ sus correspondientes agendas de combate. En otro ámbito, pero también con el rostro enmascarado como insignia, en 1994 surgió la figura del Subcomandante Marcos, líder zapatista que reivindicó la defensa del anonimato como táctica política bajo el lema «todos somos Marcos».

6. Prohibido desaparecer
Durante siglos, el ocultamiento del rostro ha subvertido la obligatoriedad de la identificación. Frente a la exigencia de un rostro y un nombre, una identidad, han surgido resistencias políticas y culturales, como el misterioso Colegio Invisible, que a comienzos del siglo xvii anunció la existencia de células «invisibles» en varios lugares de Europa, y creaba así la idea de una falta de mando o centro. En su ambiciosa obra Los invisibles, el guionista de historieta Grant Morrison sugería una fantástica genealogía disidente y mágica conectando esos orígenes con los modernos activismos que han desafiado el control social a través de diferentes estrategias de guerrilla de la comunicación. Las transfusiones entre ficción y realidad han sido constantes y en ambas direcciones. Así lo ilustra el caso de Guy Fawkes, miembro de la Conspiración de la Pólvora de 1605, que ha resucitado como gran símbolo plástico del movimiento Anonymous tras su previa conversión en héroe de las viñetas y oscuro superhéroe cinematográfico. Pero en una contemporaneidad marcada por la sobresaturación de signos, incluso una revolución punk tan necesaria como la propuesta por Pussy Riot no puede esquivar los riesgos de ser reapropiada como imagen-mercancía.

7. Apocalipsis
Como la Muerte Roja llamando a la puerta del baile de máscaras del príncipe Próspero en el clásico relato de Poe, la covid-19 ha venido para anunciarnos que la fiesta del capitalismo terminal está llegando a su fin. Nuestro presente apocalipsis ya fue: las imágenes de las ubicuas mascarillas son muy similares a las que han quedado como testimonio de anteriores epidemias de peste, cólera o gripe española. Junto a la obligatoriedad de la mascarilla, se imponen fuertes políticas de control e identificación. Al igual que en el pasado, en algunos terrenos han emergido discursos que criminalizan y estigmatizan los modos de vida de los barrios más pobres, donde la enfermedad se ha cebado con mayor intensidad. Y pese a la rapidez de la respuesta de la ciencia a la crisis sanitaria, también ha habido quienes han preferido encomendarse a la fe o a los espejismos del pensamiento conspiranoico. Pero en este carnaval de rostros semiocultos también hay realidades que se han colocado bocabajo: hoy el rostro enmascarado, tradicionalmente asociado al peligro, la clandestinidad y el secreto, identifica al miembro solidario de una comunidad que se reconoce vulnerable; y es el rostro desnudo el que perturba y genera inquietud.

 

Programa de actividades

«La máscara nunca miente» para escuelas
Actividades del curso 2021-2022
15 diciembre 2021 — 1 mayo 2022
Educación

Conversación con Maria Alekhina
La protesta enmascarada
24 enero 2022
Debates

Camuflar el cuerpo de la vigilancia
Taller sobre reconocimiento e identificación faciales a partir del maquillaje, con Mentah
27 enero 2022
Cursos y talleres

Presentar el cuerpo
en el escenario virtual
Taller sobre performance en las
redes sociales, con Candela Capitán
11 febrero 2022
Cursos y talleres + Escena

Conversación con
Franco “Bifo” Berardi
Redescubrir el rostro
14 febrero 2022
Debates

Domestic Fictions
Taller sobre el espacio doméstico
virtualizado, con Casa Antillón
15 febrero 2022
Cursos y talleres

Conversación con
Adrià Pujol Cruells
Fiesta y poder
24 febrero 2022
Debates

Baile de máscaras
26 febrero 2022
Festivales + Escena + Música

Dance the Internet
Taller de construcción del
movimiento y el cuerpo
desde el found footage
digital, con Guillem Jiménez
1 marzo 2022
Cursos y talleres + Escena

Conversación con Beatriz Jaguaribe
Máscaras: éxtasis,
anonimato y contagio
2 marzo 2022
Debates

ACLUCALLS
11 — 12 marzo 2022
Escena

La gran mascarada digital
Un taller sobre las múltiples
formas de visibilidad e invisibilidad
digital, por Enric Luján (Críptica)
15, 22 y 29 marzo 2023
Cursos y talleres

 

 

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