In Posse: Semen femenino y otros actos de resistencia

Ciudad de México. 19 de abril al 18 de julio 2021.
Charlotte Jarvis, In Posse: “Semen” femenino y otros actos de resistencia
Sala 10 / Exposición virtual
MUAC / Museo Universitario de Arte Contemporáneo
https://muac.unam.mx
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Charlotte Jarvis, In Posse: “Semen” femenino y otros actos de resistencia

Charlotte Jarvis (Harrogate, Reino Unido, 1984; vive y trabaja en Londres) tiene una relación prolífica con la ciencia. Se ha aliado con ella para desarrollar materialmente sus búsquedas y dudas sobre los límites del cuerpo o, mejor dicho, sobre los límites que ciertos discursos imponen sobre el cuerpo, mientras contrabandean ideología con argumentos científicos, como ha denunciado desde sus inicios la filosofía feminista de la ciencia.

In Posse: “Semen” femenino y otros actos de resistencia es un video que se presenta a partir del 19 de abril y hasta el 18 de julio en la Sala10 del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) en colaboración con El Aleph. Festival de Arte y Ciencia. La pieza forma parte de una trilogía que usa la unión de arte y ciencia, como las tecnologías de células madre y la ingeniería genética, en su proceso de realización.

La búsqueda para producir el primer semen femenino del mundo se ha desarrollado en tres partes. En la primera, Jarvis ha iniciado, en Leiden, una travesía con la Doctora Susana Chuva de Sousa Lopes para cultivar espermatozoides (células de esperma) de su propio cuerpo. Al mismo tiempo, desarrolla una forma “femenina” de plasma seminal (el “meco”) a partir de la sangre de varias mujeres, personas trans y no binarias. La parte final del proyecto es resucitar, reimaginar y recrear el antiguo festival griego de las “Tesmoforias”, que celebraban la fertilidad, a través de nuevos rituales comunitarios ideados por las mujeres participantes.

Al mismo tiempo que Charlotte Jarvis realizaba las facetas de In Posse, quedó embarazada, pasó por el trabajo de parto y se convirtió en madre. El estreno en México de la pieza —la cual se presenta en Sala10, a través de diez videos: una introducción y 9 capítulos— es el intento de Jarvis por conciliar estas experiencias con el proceso de realización del proyecto. Es también una especie de manifiesto y una revisión de dónde se encuentra el proyecto en lo creativo, lo científico, lo ético y lo personal.

 

Sala10: Charlotte Jarvis
exposición virtual

In Posse: «Female» Semen and Other Acts of Resistance
[In Posse: Semen «femenino» y otros actos de resistencia]

A lo largo de la historia, el semen ha sido venerado como una sustancia mágica, un tótem de potencia literal y simbólica. In Posse (en potencia) tiene como objetivo reescribir esta narrativa cultural, utilizar el arte y la ciencia para trastornar el patriarcado al crear semen a partir de células “femeninas”.

La búsqueda para producir el primer semen femenino del mundo se ha desarrollado en tres partes. En la primera, Charlotte ha iniciado, en Leiden, una travesía con la Dra. Lopes para cultivar espermatozoides (células de esperma) de su propio cuerpo. Al mismo tiempo, desarrolla una forma “femenina” de plasma seminal (el “meco”) a partir de la sangre de varias mujeres, personas trans y no binarias. La parte final del proyecto es resucitar, reimaginar y recrear el antiguo festival griego de la fertilidad de las Tesmoforias con nuevos ritos y rituales comunitarios ideados por las mujeres participantes.

Al mismo tiempo que Jarvis estaba desarrollando estas facetas de In Posse, quedó embarazada, pasó por el trabajo de parto y se convirtió en madre. El estreno mexicano de la pieza es el intento de Jarvis por conciliar estas experiencias con el proceso de realización del proyecto. Es también una especie de manifiesto y una revisión de dónde se encuentra el proyecto en lo creativo, lo científico, lo ético y lo personal.

Esta pieza se presenta en diez videos: una introducción y nueve capítulos.

Capítulo 1: Sexo
La ciencia demuestra que el “sexo” no reside en el cuerpo, el cerebro, la sangre o el ADN. Entonces, ¿dónde está el sexo? ¿Qué es el sexo?
Duración: 4’43”

Capítulo 2: Ciencia
Cómo producir espermatozoides a partir de células madre femeninas.
Duración: 3’08”

Capítulo 3: La amenaza en Venecia
¿Así que quieres deshacerte de todos los hombres?
Duración: 3’03”

Capítulo 4: Los que se alejan de Omelas
La complicada ética del esperma femenino y los bebés genéticamente modificados.
Duración: 5’38”

​​​​​Capítulo 5: Venirse juntas
Hacer meco colaborativo a partir de la sangre de varias mujeres, personas trans y no binarias.
Duración: 3’21”

Capítulo 6: Lo que me ha enseñado mi hija
Las cuestiones existenciales, transgresoras y queer planteadas por el embarazo, el parto y la maternidad.
Duración: 5’12”

Capítulo 7: Queer, radical y optimista
La investigación colaborativa artístico-científica como activismo performativo.
Duración: 4’5”

Capítulo 8: Las Tesmoforias
Recreación y reinvención de un antiguo festival griego de la fertilidad y el papel del ritual en la práctica científica.
Duración: 8’49”

Capítulo 9: Hablar de viajes
Un diálogo con mi yo adolescente.
Duración: 4’12”

 

Futurología práctica

Alejandra Labastida

Charlotte Jarvis tiene una relación prolífica con la ciencia. Se ha aliado con ella para desarrollar materialmente sus inquisiciones sobre los límites del cuerpo. Mejor dicho, sobre los límites que ciertos discursos imponen sobre el cuerpo mientras contrabandean ideología con argumentos científicos, como ha denunciado desde sus inicios la filosofía feminista de la ciencia. In Posse: “Semen” femenino y otros actos de resistencia forma parte de una trilogía que usa tecnología de células madre e ingeniería genética. Desde la perspectiva de una formación pictórica que irrumpe constantemente en sus proyectos, Jarvis encontró en las células pluripotentes —células que potencialmente pueden ser inducidas para convertirse en cualquier tipo de célula del cuerpo— el equivalente al color primario definitivo.

La primera pieza de la trilogía es Ergo Sum (2012-2013), concebida como un autorretrato: se trata de una copia física de la artista realizada con células madre transformadas en células neuronales, cardiacas y sanguíneas genéticamente idénticas a las de Jarvis. La segunda, Et in Arcadia Ego (2014-2015), es la interpretación de Jarvis del cuadro de Poussin del siglo XVII del cual tomó el título. La pintura retrata un paisaje idílico toscano en el que unos pastores leen en un monumento la leyenda “incluso en el paraíso, ahí estoy”, que hace referencia a la muerte. En la versión instalativa de Jarvis, el paisaje es una sala de espera de hospital. En ella se despliega visualmente el proceso de transformación de sus células sanas en cancerígenas dentro de un laboratorio.

En sus años de estudiante, Jarvis reaccionó a lo que consideró una lectura profundamente machista de la historia del arte con un performance en el que ejecutaba su versión de un Jackson Pollock salpicando pintura con un pene artificial amarrado a su cuerpo. Quince años después decidió emprender la misión de producir su propio semen a partir de sus células madre, en colaboración con la Dra. Susana Chuva de Sousa Lopes. El complicado proceso de hacer semen comienza por intentar borrar o desactivar una de las X (el marcador genético femenino) de las células madre de Jarvis mediante mutación acelerada, escaneo y selección; después se deja crecer una colonia saludable de estas células que han cambiado de género a fin de generar células productoras de esperma, similares a las que provienen de los testículos.

Las obras de Jarvis se materializan en instalaciones, videos y performances; sin embargo, lo que presentamos ahora en Sala10 es un video que une dos pistas: la primera, el performance de una conferencia o manifiesto sobre los aspectos artísticos, científicos, éticos y afectivos del proyecto. La segunda, un ensayo visual donde se alternan tomas de la bebé de Jarvis con escenas de laboratorio, tomas microscópicas, paisajes acuíferos y de atardeceres, donde el cuerpo desnudo y embarazado de la artista realiza gestos de tono ritual. También aparecen imágenes fuera de foco de una eyaculación que se superponen con escenas rituales colectivas.

Esta tercera obra también tiene un título en latín: In Posse, que significa en potencia, literalmente, antes de nacer. Aunque el título de la trilogía es Corpus, me parece que In Posse resume mejor el impulso detrás de estos trabajos. El color que encontró Jarvis en la tecnología de células madre es la potencia hecha materia viva. Apostar por proyectos en potencia, todavía no realizables por limitaciones legales, éticas o tecnológicas quizás sea un acto cotidiano en el mundo del arte, pero tiene otras implicaciones en el universo científico. Esta condición le permite a Jarvis plantear su colaboración con la Dra. Lopes como una forma de activismo tecnológico, biológico y creativo, y sobre todo como un acto feminista.

Por su lugar como bastión de la masculinidad, reclamar la posibilidad de crear semen femenino significa reescribir la narrativa cultural sobre el género y socavar la jerarquía y el poder patriarcal. En las palabras gozosas de Jarvis: “CHINGARSE AL PATRIARCADO”. Pero ello no tiene nada que ver con el éxito o la efectividad del experimento ni con la inversión de millones de euros en becas e infraestructura que involucra. En todo caso, la investigación puede tener una variedad de aplicaciones terapéuticas en relación con resolver la infertilidad masculina.

Jarvis interrumpe la lógica patriarcal por el mero hecho de sugerir un mundo donde un grupo de mujeres genera su propio semen. Producir semen femenino se convierte en un acto de habla cuando opera dentro de una investigación performativa que, independientemente de sus resultados prácticos, trae a la existencia aquello que anhela por el simple acto de buscarlo. Como ella lo plantea, una transubstanciación científica colaborativa que sucede en el proceso, en momentos y decisiones específicos, como la de generar el plasma seminal no sólo con su sangre, sino con la de un grupo diverso de mujeres, personas trans y no binarias, y hacerlo a través de un ritual que socava la idea del individuo creador. En este punto entra en juego la intención de Jarvis de inscribirse en una narrativa no sólo científica, sino histórica al nombrar estos rituales como “Tesmoforias”, el antiguo festival griego. Las condiciones machistas de la cultura helénica no permitieron que quedarán registros de este festival exclusivo para las mujeres. En cambio es una decisión de orden político y artístico que la documentación de esas Tesmoforias reinventadas sea también casi inexistente.

Pongamos de lado las referencias del trabajo de Jarvis en la historia del arte. Quizá este proyecto encaje con la importancia que ha tomado la ciencia ficción feminista o afrofuturista para las prácticas activistas que buscan conjurar nuevos mundos. La reinvención de la reproducción, el trabajo del cuidado y del género es la premisa nuclear de gran parte de la literatura feminista de ciencia ficción: un futuro vegetariano y sin violencia, en donde los hombres se extinguirían, las mujeres se reproducirían por partenogenesis y ya no habría familia nuclear, sino un cuidado colectivo de las niñas (como en la obra de Charlotte Perkin Gilman, Herland, 1915). Los experimentos genéticos de los mundos extraterrestres de Ursula K. Le Guin, donde hay 16 mujeres por cada hombre, las mujeres se casan entre ellas y los hombres son confinados, “protegidos de la educación por su propio bien” y exclusivamente dedicados a responder a las necesidades reproductivas o eróticas de las mujeres (El asunto de Seggri ,1994), o donde la reproducción es asumida indistintamente por humanos hermafroditas asexuales que definen su sexo durante una etapa de celo (La mano izquierda de la oscuridad, 1969). Esos son sólo algunos ejemplos de una larga lista que podemos trazar hasta el referente fundacional de Frankenstein (1818) de Mary Shelley. Uno de los grandes aciertos de Jarvis es entender que este tipo de actos de habla que ofrecen horizontes optimistas, radicales y queer (como se titula uno de los capítulos del video) son, en nuestros tiempos, mejor servidos si se sigue la premisa postulada por Donna Haraway en el Manifiesto Cyborg (1985): acoger la tecnología y la ciencia en la lucha feminista.

Más allá de convocar una identidad matriarcal mítica para abolir la necesidad de los hombres, Jarvis intenta mostrarnos una realidad biológica no sólo en potencia, sino que está frente a nosotros, en nuestras células, escondida bajo las espesas capas de niebla con las que la narrativa cultural envuelve nuestros cuerpos. Si nos movemos a una escala cuántica y miramos de cerca cómo opera nuestro cuerpo, se escapa la posibilidad de definir un género o incluso de reconocer individuos con límites fijos y estables. Éstos también son una percepción construida: somos cuerpos en constante flujo con otras instancias vivas. Jarvis confía que aceptar nuestra naturaleza híbrida y mutable tendrá repercusiones existenciales profundas.

En última instancia, la gran pregunta que se hace Jarvis después de ser madre es por qué sigue siendo necesario realizar una investigación tan compleja como la que nos presenta para hablar de este tema, cuando todos experimentamos o acompañamos en nuestra cotidianidad el proceso más queer y radical de transformación al que se puede someter un cuerpo: el embarazo. En palabras de Maggie Nelson: “¿Cómo puede una experiencia tan profundamente extraña, salvaje y transformadora simbolizar o promulgar al mismo tiempo la máxima conformidad?”.[1]

Mientras la estructura económica, social y cultural que hace posible esta pregunta se sostenga, trabajos como el de Jarvis seguirán siendo esenciales. Más allá de sus usos inmediatos, para, digámoslo juntas: ¡¡¡¡CHINGARNOS AL PATRIARCADO!!!

[1] Maggie Nelson, The Argonauts, Minneapolis, Graywolf Press, 2015, pp. 13- 14

 

“Somos mutables y, por eso, hay esperanza”

Una conversación entre Charlotte Jarvis y Alejandra Labastida

Alejandra Labastida (AL): Mientras miraba tu manifiesto-video, deseaba presenciar una conversación entre tú y Ursula K. Le Guin. Refieres su cuento “Los que se alejan de Omelas” para abordar la perspectiva ética de tu proyecto, pero también me recordó La mano izquierda de la oscuridad. Allí, Le Guin presenta la tesis de que la sociedad humana extraterrestre ambisexual con la que se relaciona su personaje principal —personas que no tienen un género definido y que tienen ciclos de reproducción en los que pueden asumir de forma temporal, aleatoria y sin ningún control o predisposición un papel procreador masculino o femenino— son el resultado de un experimento genético. Puesto que su ambisexualidad no tiene un valor adaptativo claro, propone que la eliminación del género y la limitación del impulso sexual a la procreación podría ser un intento por eliminar la guerra y la violencia, por eliminar la masculinidad que viola y la feminidad que es violada. ¿A dónde crees que te llevaría esa conversación?

Charlotte Jarvis (CJ): Me encantan los cuentos de Ursula K. Le Guin. Los concibo como experimentos mentales que revelan nuestras ideas preconcebidas y suposiciones. Sus libros demuestran las limitaciones de nuestro marco conceptual y nos dan un vistazo de algo externo. Estoy realmente interesada en eso: cómo podemos acceder al otro; las cosas que desafían nuestras definiciones. Es un acto extraordinario y radical: revelar la caja en la que se encuentra la humanidad, mostrar su color, sabor y textura y, al hacerlo, desafiarnos a imaginar algo diferente.

Los libros de Le Guin no se leen como manifiestos, hacen preguntas que parecen ser bastante simples e inocentes, pero que realmente socavan con éxito algunas de las narrativas más penetrantes y dañinas de la humanidad: el patriarcado, el capitalismo, etc. Lo suyo es la construcción del mundo como una forma de activismo. Silencioso y sigiloso, pero activismo al fin y al cabo.

En Tecnologías de género, Teresa de Lauretis describe otra perspectiva existente en los “espacios sociales tallados en los intersticios de las instituciones y en las grietas y resquicios del aparato de poder-conocimiento”. Lauretis habla de la necesidad de encontrar una “mirada desde otra parte”, un contexto diferente para el diálogo que existe en el medio. Esto es lo que hacen los libros de Le Guin por mí, revelan los grandes paradigmas apabullantes que llevamos con nosotros y que, de manera crucial, señalan los espacios entre, afuera y alrededor de ellos. Mi práctica consiste en intentar habitar esos espacios.

Si aún no la has leído, realmente recomiendo El eterno regreso a casa, es una obra que desafía el género y a la que a menudo me encuentro haciendo referencia cuando imparto clases. Plantea tantas preguntas relevantes para nuestra actual crisis ambiental, mientras que, increíblemente, sigue siendo optimista… algo muy extraño.

AL: Aunque puede arrojar luz sobre la infertilidad masculina, tu proyecto no está dirigido a promover la supervivencia de la especie, sino a la urgente necesidad de reinventarla. Creo que el momento clave de esta compleja empresa es la decisión de producir el plasma seminal no sólo con tu sangre sino con la sangre de varias mujeres, personas trans y no binarias en un ritual colectivo. No se trata de la autopolinización y la mejora de las capacidades de un individuo. Ésa es la verdadera bomba: no sólo darle la vuelta a la tortilla y producir semen “femenino” individual, sino deconstruir uno de los baluartes de la masculinidad patriarcal: la figura de un poderoso proveedor individual. Pero me quedé preguntándome: ¿por qué no incluir también a las hembras de otras especies en el aquelarre? Probablemente haya una razón científica obvia para ello, pero, siguiendo tu propia línea de pensamiento, creo que, dado que el patriarcado también depende en gran medida del humanismo y la separación entre el hombre y los animales ha sido la justificación de una buena parte de su violencia, también sería un gran golpe abrir la colaboración a otras especies.

CJ: Porque los animales no pueden dar su consentimiento. Extraer sangre de criaturas que son incapaces de comprender o participar sería un acto de sacrificio más que de colaboración. Bien podría haber un lugar dentro del ritual más amplio de las Tesmoforias para el sacrificio, pero no como parte de la elaboración del plasma seminal. La donación de sangre en el proyecto es comunitaria, alegre y significativa para los participantes; es donde actuamos nuestra solidaridad. Además, creo que el patriarcado es una construcción social y, en consecuencia, es nuestra responsabilidad, de la humanidad, no de los animales, deshacernos de él.

AL: Abordar y deconstruir tanto la materialidad como el poder simbólico histórico y violento del semen está en el centro de la operación artística de In Posse. El proceso científico mediante el cual se desarrolla el semen femenino permite eliminar tanto la eyaculación como la penetración, posiblemente los gestos con más carga de violencia relacionados con el semen masculino y un bastión del imaginario de la economía fálica, y sin embargo la imagen borrosa de la eyaculación es recurrente en tu video. ¿Podrías hablar sobre la función de esta imagen en tu ensayo visual?

CJ: No se trata tanto de difuminar (censurar) la imagen, sino de transformarla. In Posse intenta abordar el semen como un símbolo que históricamente se ha utilizado para solidificar las nociones tradicionales binarias de sexo y género y metamorfosearlo para que pueda utilizarse para socavar los paradigmas patriarcales. Quería crear imágenes que pudieran hablar de esta idea de transformar/distorsionar/subvertir, pero sin dictar cuál podría ser el resultado final. Mi objetivo era tomar este significante patriarcal transcultural —la eyaculación pornográfica— y transformarlo en algo estéticamente mutable, cambiante y entre distintos estados. Si bien he evitado oscurecer por completo los orígenes de la imagen, la forma simétrica suavizada y que pulsa lentamente con un eje central oscuro adquiere la estética de una simbología más tradicionalmente femenina; se parece un poco a una vagina, o tal vez todavía son un par de penes chorreantes, o ambos, ¡o ninguno! El caso es que es una imagen difícil de digerir. Es difícil categorizarla o definirla, tiene un final abierto: es más una pregunta que una declaración.

También es significativo que la imagen se refleje. A lo largo del ensayo, está el tema del agua, los reflejos y los espejos. Éstas son membranas de transición, lugares donde el mundo se duplica, invierte y cambia, donde vislumbramos versiones alternativas de nuestra realidad, reconocibles pero también ajenas, ominosas y familiares. A esto aspiramos Susana y yo con el proyecto, dar una mirada de otra manera.

AL: Me encanta la referencia que haces a la insistencia de Maggie Nelson en lo queer del embarazo y, de nuevo, en la forma en que presentas tu colaboración con la Dra. Lopes como «investigación performativa» —que tiene el poder de dar vida a lo que anhela simplemente con el proceso de buscarlo—, me recordó otra cita de Los argonautas que aún no he entendido del todo y quiero preguntarte qué significa para ti: “No produzcas y no reproduzcas, dijo mi amigo. Pero en realidad no existe la reproducción, sólo actos de producción”.[1]

CJ: La reproducción presupone algo copiado, la producción es algo creado. Aunque usamos el término reproducción para referirnos al acto de tener hijos, los propios niños nunca son copias fieles de los originales (¡gracias a Dios!). Los niños siempre son algo nuevo; algo producido, se podría decir.

También existe la idea de que la reproducción es algo doméstico, en contraposición a que la producción es algo económico, con valor. Como feministas, reconocemos que el trabajo de reproducción también tiene un valor económico muy real: los miles de millones de horas de trabajo no remunerado que las mujeres han proporcionado tradicionalmente como madres-esposas-cuidadoras han sido tan esenciales para el crecimiento económico como el trabajo “productivo” realizado tradicionalmente por los hombres. Entonces, en este sentido, no puede haber distinción entre trabajo reproductivo y productivo.

AL: En cuanto a la decisión sobre qué compartir de los festivales de las Tesmoforias que viviste en este proyecto, hablas de darle la vuelta a la tortilla y del uso del conocimiento como un arma de subyugación. Sabemos que no es sólo lo que el patriarcado retuvo a las mujeres, sino lo que las obligó a mantener en secreto entre ellas, como dice Alicia Ostriker: “De repente me di cuenta de que el embarazo y el parto eran temas mucho más tabú que, por ejemplo, el sexo […] Tabú, porque los hombres estaban celosos de nosotras, no sabían que lo estaban, y teníamos que protegerlos del conocimiento”.[2] Si tuvieras que transformar este manifiesto —en el que combinas toda la experiencia y el conocimiento radicales que te han dado el estar embarazada y dar a luz mientras realizabas este proyecto— en un cuento para tu bebé, ¿en qué se centraría? En el contexto de la mutación política por la que estás luchando, ¿qué no debemos olvidar nunca de compartir con nuestros hijos?

CJ: Que podemos cambiar. La transformación es fundamental para nuestra biología. Nuestros cuerpos, mentes, culturas, sistemas políticos, sociedades y especies no son estáticos y nunca lo han sido. Somos mutables y, por eso, hay esperanza.

AL: Este ensayo visual es también, como dices, una autobiografía teórica que te lleva de regreso a un proyecto de escuela de arte en el que confrontaste la historia del arte dominada por hombres con una representación irónica del “estilo eyaculativo” de Pollock. Si, en lugar de un círculo completo, lo consideraras como una espiral en tu trabajo, ¿cuál sería el siguiente paso?

CJ: Antes de este año, podría haber dicho que quería rehacer este proyecto, filmarme muchos años mayor haciendo una pintura estilo Pollock usando semen femenino. Pero ahora, al escribir esto, me pregunto si la autorreflexión de la historia del arte podría ser un poco presuntuosa, y quizás aburrida, en comparación con algunas de las cosas más verdaderamente radicales que he experimentado en fechas recientes. Así, la continuación de la espiral sea tal vez hacer obra con mi hija o con mi propia madre. Estoy pensando en matrioshkas, cordones umbilicales, placentas, etc… El año pasado conocí a un científico especializado en la placenta con quien me gustaría reconectarme. Es un área de investigación realmente fascinante. La placenta es quizás el máximo espacio liminal, una membrana entre dos seres: un sitio para la hibridación genética. También es un órgano extraño, cultivado por el feto, no por la madre, como creo que la mayoría de nosotros suponemos. Entonces, la placenta que tengo en mi congelador es de hecho de mi hija, no mía. Del mismo modo, si tuviera que usar mis propias células madre para hacer crecer una placenta, sería la misma que llevaba mi madre cuando me parió. Sería un terreno fértil para un proyecto.

Dentro de In Posse, también estoy interesada en profundizar en la ritualización de la ciencia y la recuperación de la biología. Hace poco hablé con Susana sobre el potencial de producir células sexuales al dividir a la mitad el material genético de mis células madre. Imita de forma efectiva el proceso de meiosis (en el que tu cuerpo produce espermatozoides/óvulos al dividir las células por la mitad, por lo que contienen la mitad del ADN del original) en el laboratorio. Lo que me atrae de esto es que este es el momento en el que “Dios juega a los dados”, aquí es donde colapsan las infinitas posibilidades genéticas de un ser humano individual. Me gustaría explorar esto, ¿quizás podríamos crear un método poético para aleatorizar la distribución genética? ¿Quizás esto podría ser parte del ritual de las Tesmoforias?

Fuera de este proyecto, recientemente comencé una colaboración por medio del British Council que se ha suspendido debido a la pandemia, pero que me gustaría mucho continuar. Estaba trabajando con una maravillosa científica-poeta argentina, pensando en la liminalidad de nuestros cuerpos en los niveles molecular y cuántico. Las cargas dipolares atraen o repelen la energía. El sistema sensorial detecta diferencias sutiles en estos dipolos y responde moviendo literalmente los límites de los objetos dentro del cuerpo: estamos en un flujo, nuestros cuerpos cambian de manera constante, se adaptan, responden, se transforman, todo sin fronteras estables. Estamos hechos de partículas cuánticas. Los científicos postulan el entrelazamiento cuántico, un estado en el que las partículas se reflejan entre sí en el tiempo y el espacio, como una explicación de la conciencia humana. Creo que la biología cuántica nos hace algunas preguntas realmente interesantes que me gustaría abordar, como: ¿Dónde comienza y dónde termina el cuerpo? ¿Existe un cuerpo definible? ¿Hay organismos finitos dentro de una red de vida?

[1] Maggie Nelson, The Argonauts, Minneapolis, Graywolf Press, 2015, p. 143.
[2] Alicia Ostriker, “A Wild Surmise: Motherhood and Poetry”, Moyra Davey (ed.), Mother Reader: Essential Writings on Motherhood, Nueva York, Seven Stories Press, 2001, pp. 156-157.

 

Charlotte Jarvis

(Harrogate, 1984; vive y trabaja en Londres)

Charlotte Jarvis trabaja en la intersección del arte y la ciencia. Su práctica a menudo utiliza células vivas y ADN: ha desarrollado su propio tumor, ha grabado música en cadenas de ADN y ha visto su corazón latir fuera de su cuerpo. Ha realizado diez exposiciones individuales internacionales y más de 150 exposiciones colectivas. Obtuvo el Bioart and Design Award en los Países Bajos, la comisión H20 del British Council en Argentina y la comisión Alternate Realities en el Reino Unido. Charlotte ha publicado artículos dictaminados por pares en el Leonardo Journal en los Estados Unidos. Actualmente es profesora en el Royal College of Art de Londres.

Charlotte Jarvis, In Posse: “Semen” femenino y otros actos de resistencia (2019 a la fecha)
Video, 46’
Ver el video completo 

Colaboradora científica: Susana M. Chuva de Sousa Lopes (LUMC)
Música: David Craigie
Película: Silverfish Films, James Read, Miha Godec, Hanneke Wetzer, Eleni Papazoglou, Charlotte Jarvis
Metraje adicional: Tanja Küchle (Das Echo der Zukunft)
Apoyo adicional: MU Hybrid Art House, Kapelica Gallery / Kersnikova Institute, NESTA
Texto y entrevista: Alejandra Labastida, Charlotte Jarvis
Curadora: Alejandra Labastida
Coordinación curatorial: Ana Sampietro, Jaime González
Curador en jefe: Cuauhtémoc Medina
Comunicación: Ekaterina Álvarez
Gestión de medios: Ana Cristina Sol
Edición de contenidos: Vanessa López, Javier Villaseñor
Traducción al español: Jaime Soler Frost
Corrección de estilo y traducción al inglés: Julianna Neuhouser
Diseño gráfico: Andrea Bernal
Gestión de prensa: Francisco Domínguez, Eduardo Lomas

En colaboración con el Festival de Arte y Ciencia El Aleph

 

 

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