Ciudad de Córdoba, Argentina. Hasta el 18 de noviembre de 2023.
Tardis. Y las resonancias que presagian la perdición.
De Iván González
Satélite Galería
Av. Vélez Sarsfield 1448-1450
https://satelitearte.wixsite.com
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Tardis. Y las resonancias que presagian la perdición.
Exhibición de Iván González
Se podrá visitar hasta el 18 de noviembre de 2023
Satélite
Av. Vélez Sarsfield 1450, Córdoba
Registro fotográfico por Pablo Martinez
Debajo del asfalto estuvo el monte
Texto curatorial Por Manuel Molina
Un graznido artificial de un ave cordobesa que ya no existe.
Hace unos días un flamenco rosado fue espiado con un celu alimentándose, tomándose un baño, sólo, tranquilo en el río Suquía de la ciudad de Córdoba. El video se hizo viral por la rareza del encuentro entre esa exótica especie, que tiende a nidificar en grandes grupos la laguna Mar Chiquita en el norte de la provincia. Hermosa y alarmante postal, frente a la reserva San Martín y frente al puente de los Carolinos: un ave de esa envergadura sola y lejos.
Tendemos a pensar que la expansión de la mancha urbana, que en el caso de la ciudad de Córdoba, avanza a paso redoblado hacia las sierras por el norte y hacia la llanura por el sur, es una alteración del suelo. Pero las aves, lo que los pájaros nos hacen, expresa la fluida relación vertical entre la tierra y el aire.
La tierra es muda y el aire es musical. Los animales subterráneos excavan silenciosamente sus rutas y túneles, viven una vida minera, silenciosa y oscura. Los animales aéreos juegan con el viento, planean, suben y bajan, viven una vida geseosa, liviana y luminosa. A esta dinámica con lo atmosférico se le agrega la música, que es también un fenómeno aéreo, sonido que vibra en un cuerpo, se expande por el aire y se percibe en algún par de oídos. El zumbido de los insectos y el canto de los pájaros pareciera ser, además de una forma vibrante de exhalar, la expresión de algo más, de una alegría, un poder, un recuerdo, o una nostalgia.
¿Qué otras aves alzaron su vuelo por los aires montesinos cuando Córdoba todavía no era Córdoba?
La selección de obra que Iván Gonzalez presenta en Satélite expone su vibración entre los mundos de las artes visuales, lo sonoro y la filosofía de la historia. Se ensayan aquí préstamos entre imágenes de la materia tecnológica, recorridos sonoros por calles asfaltadas y la compleja temporalidad histórica de la ruina.
En la obra “Megáfono ambulante” Iván construyó un dispositivo 敘, que podría ser una flamenco de tres patas o un trípode con un pico, que proyecta sonidos. Se trata de una colección anacrónica de capas de sonidos grabados en distintas ciudades del mundo y capas de sonidos de aves descargados de la nube. En todos los casos suenan las voces de cuerpos que no circulan por estas calles. Precisamente allí donde esos cantos ya no circulan, Iván los hizo circular tecnológicamente otra vez. El dispositivo tiene rueditas, porque con él se hicieron recorridos por las calles del barrio Alto Alberdi, corazón del corazón del país. Recorrer así es recordar, en el sentido de la obra textil de Soledad Sanchez Goldar: “Recordar es volver a pasar por el corazón”.
El canto de un pájaro extinto y el silbido de un afilador de cuchillos se encuentran no sólo en su ser musical, vibración aérea organizada. Sino que además conforman un coro en su carácter pretérito: ya fueron. Un sistema artesanal de audio bluetooth es escondido en el pico del dispositivo 敘 y los trae a la vida fantasmalmente. Se trata de un conjuro sonoro ambulante, que no busca imponer la memoria sobre el presente, sino de soplar en medio del sonido urbano contemporáneo silbidos de otros tiempos. Un juego sonoro con lo reprimido justo por Alto Alberdi, que junto con el viejo Alberdi, Güemes y Observatorio, son los barrios que constelaban la «mala vida» en Córdoba en el siglo pasado: “En los bolichones y cafetines ligados a la prosperidad de la prostitución, (…) los juegos prohibidos eran un hábito inveterado de marginales, vividores y bohemios de toda estirpe” (Roberto Ferrero, La mala vida en Córdoba, pp.50-51).
敘 Símbolo para volver grafo el cuerpo que acarrea el dispositivo que canta con pico y trípode. Iván tira de la cuerda atada al megáfono como un burro de un carruaje, o un niño de un autito de juguete.
Recordar y recorrer apelan al gesto de deambular, de circular, por las calles asfaltadas de un barrio, que alguna vez fueron senderos en un monte. Vistas desde el aire, con la mirada a vuelo de pájaro o la vista satelital del Google Maps, los recorridos de Iván trazan un dibujo geométrico sobre el trazado geométrico urbano. La cartografía urbana aloja un hipervínculo con la cartografía digital. Desde el aire el recorrer las calles se traduce en to record: grabar, capturar, registrar un sonido o un video con un dispositivo electrónico.
La circulación por la ciudad y la propia ciudad, geometrías configuradas desde el siglo XIX, se repiten en miniatura en el desarrollo de los circuitos informáticos del siglo XXI: las placas electrónicas.
Otro conjunto de piezas de Iván expresan una fascinación por la forma de estos circuitos electrónicos, literalmente esas geometrías funcionales, habitualmente superficies de color verde plagadas de caminos y rutas grabadas con un material conductor, que que transportan información y que interconectan resistencias, fusibles, memorias, etc. Ese material que Iván recupera del desecho de hardware de dispostivos electrónicos se inerva en su obra en distintas vidas postmortem. El gesto transversal de resurrección de estos circuitos es la materialidad apagada, no conductora de la electricidad, constructiva, arquitectónica con el que fueron hechas. Ya no son metales sino la pared, el cemento, el concreto.
En la serie “Fuga – 03”, donde las líneas están impresas en la pared, la traducción del circuito electrónico se practica en vertical, calando el muro, como si un recorrido por haber sido tantas veces transitado dejara un surco. Se monta una imagen en la pared sin superficie ni marco, ni figura ni fondo, sino por desbaste de material, como un petroglifo. El procedimiento de dibujar abriendo un surco en el muro invierte la forma de los circuitos tecnológicos en rupestre. Sobre estas calles Iván instala un cableado, que interconecta micro-parlantes, que vuelven a traer lo sonoro.
En los módulos de concreto la traducción del circuito electrónico se practica también sobre la rigidez, pero estas sobre unas placas de concreto, muy similares a una baldoza. La dimensión urbanística y cartográfica del circuito electrónico se vuelve esta vez casi tautológica, porque el procedimiento es calle sobre calle. Aunque hay una dislocación, las calles se encogen y suben a la vereda. Otra vez, como un picapedrero, Iván talla la forma-circuito, dibuja grabando una hendidura en la superficie seca, rígida y gris.
Por último, en la serie que anticipa arqueologías tecnológicas la traducción del circuito electrónico se realiza calcando su relieve con una capa fina de malla de alambre y cemento. El circuito deviene máscara, cáscara, piel lítica de una tecnología que un pasado reciente fue futurista y hoy es pretérita, como el ave extinta o el afilador de cuchillos. El plástico y el metal de la placa se convierte en una lámina frágil y ruinosa, homogogéna y gris. ¿Serán así en el futuro lejano las ruinas petrificadas de nuestro presente ultratecnologizado?
La tecnología digital está reformulando la idea de la ruina, porque la ha antropologizado en un sentido renovado. Ya no es sólo el ángel de la historia humana el que mira hacia atrás y ve el cúmulo de escombros que la civilización va dejando atrás en nombre del progreso. Nuestra época es artífice y testigo de una tercera fuerza, nueva, artificial, distinta y cada vez más independiente de la naturaleza y de la humanidad. Es tiempo de comenzar a narrar, como resuena en la obra de Iván, una fenomenología de la autoconsciencia de la técnica, del espíritu absoluto artificial, que asciende del pantano de la humanidad. Debajo del asfalto estuvo el monte, y no falta mucho para que debajo de los circuitos que encienden el ascenso de la técnica, estemos nosotres.
