El libro-cuerpo: la edición como consumación material del lenguaje

Entrevista a Gabriela Halac
por Indira Montoya

En el marco de la Feria Mercado de Arte Eggo 2014, dialogamos con Gabriela Halac, directora de Ediciones Documenta acerca de sus prácticas en el campo del mercado editorial, del rol del editor y de algunos desafíos al momento de pensar y concebir la materialidad del libro. 

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Para comenzar quisiera hacerte algunas preguntas que creo definen el lugar en el que se posiciona un editor frente a su propio trabajo: ¿Qué es un libro? 
¿Por qué editar? ¿Qué es un editor?
Un libro es un dispositivo que puede operar en muchos sentidos. Lo más común es que se lo entiende y utilice para disponer a otros a leer una textualidad. Ese aspecto me conmueve porque es de plena confianza en lo colectivo, en la comunidad de lectura. Pero desde otra perspectiva vinculado al arte contemporáneo, el libro puede ser un dispositivo para la acción artística. Cuando edito y escribo me gusta estar entre esos dos mundos. Pienso la edición desde una perspectiva artística que puede seguir haciendo decir cosas a esa máquina tan conocida y asimilada a partir de operaciones que proponen otros funcionamientos, ya sea porque se resisten o generan corrimientos de las convenciones más sedimentadas que operan en la idea-libro. 
Algo en la que pienso cada vez (como editora o como autora) es la relación entre la materialidad del libro y la escritura y cómo, en su composición, construyen una poética indisociable. Un libro es un cuerpo, y como tal su materialidad habla y los significados se potencian porque el cuerpo y su contenido son una sola cosa.
Me gusta pensar la edición como un proceso de culminación de escritura. En ese sentido es simbiótico. Tengo muy presente el modo en que el texto se modifica cada vez que se vuelve a poner en juego la puesta en página. Alcanza con tomar dos ediciones de un clásico y conmoverse por la distancia que separa una de la otra. ¿Cuál preferimos? ¿La más fiel al autor?, ¿la más actualizada?, ¿la que está ilustrada?, ¿o la de tapas duras?, ¿la que que re-escribe o la primera edición? La tarea del editor constituye en sí una escritura. Desde la tradición, los formatos, los usos tipográficos, la ilustración, el color, el sistema de impresión, el papel, las tiradas y la forma de llegar a las librerías, las traducciones, etc. No podemos desconocer que el mundo de la edición está profundamente construido y lo fascinante de trabajar en un universo tan codificado es poder hacer la propia intervención. Irrumpir en la escena con la propia poética.
Yo en principio edito porque me gusta leer, y porque en el diálogo con cada autor y cada texto aprendo, crece mi pensamiento sobre qué puede ser un libro. Lo vivo como un proceso creativo; me fascina el juego de la construcción de conceptos donde la edición es un lugar de diálogo y puesta en común del trabajo que inició alguien y aunque ese autor crea que ya leyó su libro, que ya lo sabe, te aseguro que en el transcurso de editar podrá ver otras cosas, tener otra experiencia con el mismo material. Ni hablar cuando el libro empieza a circular y los lectores suman su visión sobre lo que es.

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Un libro por construir siempre te lanza hacia nuevas preguntas. Y un libro ya circulando tiene posibilidades de sobrevivir al autor, al editor, rodar por bibliotecas, estar en la intimidad con un desconocido en este juego de dos variables fundamentales y extrañas: tiempo y materialidad. Eso es para mi la erótica del libro.
Hay otra faceta de mi producción editorial que es pensar proyectos artísticos en forma de publicaciones. En el 2006 hice Experimentar Treintaveinticuatro que consistió en editar libros en blanco para que la gente escriba sobre los treinta años del golpe del 76. Ante la pregunta qué había que publicar, la decisión fue crear un dispositivo que permitiera perder el control del discurso, acercarnos a visiones y escrituras menos elaboradas pero con la idea de construir una memoria colectiva. Otro ejemplo es un libro que hice el año pasado que se llama “Desmontaje” donde reflexiono sobre mis procesos de edición y escritura, o un proyecto que hice en una residencia en el Ex Centro Clandestino La Perla, o el primer libro que hice en mi vida con Lucas Di Pascuale, H 31, en el que pude asomarme a la complejidad de este mundo en donde el libro es algo más que el soporte de un texto. En esos proyectos y formas de concebir el trabajo se vuelve difícil determinar que diferencias existen entre un libro y una obra, y eso es justamente lo que más me interesa.

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¿Cómo pensaste Ediciones Documenta? Desde un inicio fue una idea editorial, o es parte de un proceso que también integra tus prácticas artísticas, de escritura, poéticas, de gestora cultural?

Ediciones Documenta primero nació como una editorial preocupada por preservar la memoria de prácticas artísticas efímeras y como una forma mía, propia, de trabajar con lo que se producía en el espacio DocumentA/Escénicas como sala de teatro pero que también dialoga con otras disciplinas. Yo venía de la escritura, una formación en comunicación y mucho trabajo en el medio de la edición. De a poco quise ir borrando las fronteras de mis intereses y empecé a explorar desde una perspectiva más compleja. En cuanto a la relación entre edición y práctica artística, en cada proyecto puedo cumplir un rol determinado y su especificidad plantea los límites de la intervención. Quizás sea más correcto decir que mi práctica artística se desarrolla en un lenguaje que se inscribe en lo editorial. En cuanto a la gestión, tengo formación y experiencia como gestora y esa visión está integrado a cualquiera de mis prácticas. Todo hacer requiere diseñar proyectos, llevarlos adelante, y compartirlos con otros y hay algo del saber de qué forma puede llegar a evolucionar un proyecto que termina operando en el terreno de las ideas. Sin embargo pienso la gestión como un recurso y como proceso creativo, no como especulación. Lo primero es saber qué quiero decir con lo que hago y a partir de eso, hacer todo lo necesario para el desarrollo de ese proyecto incluso si no es lo conveniente para la agenda cultural de quienes financian proyectos.

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Cuando hablás de la materialidad del libro, hacés referencia a un proceso de producción y trabajo que no es para nada común dentro del mercado editorial en general. Por qué te interesa tanto, y qué encontrás/buscás en ese libro-cuerpo más allá de su contenido.
Me gusta una cosa que dice Ulises Carrión “un libro no es un estuche de palabras, un saco de palabras, un soporte de palabras”. El libro es un cuerpo y por consiguiente una totalidad. Tomo esa realidad como un dato importante y un espacio de indagación. Todo lo que compone un libro constituye un organismo que genera un cierto tipo de movimiento y de interacción con el mundo. La edición es esa consumación material del lenguaje, por lo tanto uno de los aspectos en los que más se deposita la tarea de un editor. Muchas veces un artista viene con una idea de materialidad con la que se empieza a dialogar, otras te envían un texto que también encierra potencias que hay que detectar y definir cómo activar. Ese trabajo es de mucho oficio pero también de pensamiento y eso me convoca particularmente.

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¿Cómo elegís a los artistas y escritores que te interesa editar? Su material ya llega preparado o se piensa a partir de la edición que vos propongas? Qué cosas te provoca un autor que hace que vos lo elijas?


Trabajo con artistas en principio por proximidad, afinidad estética y ética. Existe un vínculo que se produce y comienza el diálogo porque están vivos y generalmente cerca. Incluso cuando viven en otros países existe un diálogo directo. Una condición es sentirme provocada por la propuesta, por la lectura del material que me acercan, muchas veces me doy cuenta que es un trabajo que requiere de un especial cuidado o tienen una extrañeza como piezas que no podrían ser editadas desde un trabajo editorial tradicional. Siento que son desafíos editoriales, libros hermosos pero que por su extrañeza pueden ser hostiles al mercado. Ya sea porque requieren mucho tiempo de elaboración, o por el tipo de abordaje o poética. Siento que es un material que necesita del trabajo que a mi me gusta hacer. Otra cosa imprescindible es que son materiales que me provocan creativamente, empiezo a imaginarlos, soy capaz de leerlos y releerlos y seguir interesada en ellos porque descubro algo nuevo cada vez. La relectura es apasionante y un disfrute absolutamente necesario para el oficio de un editor.

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¿Cuáles son las mayores dificultades dentro del proceso editorial con las que vos tenés que enfrentarte? Cuáles son los desafíos?

Algo en términos objetivos para enfrentar es la falta de financiamiento y las leyes del mercado que están hechas por y para las grandes editoriales. Es difícil comenzar un libro con cero pesos porque los costos son muy altos y la recuperación es lenta. Trabajo mucho en conseguir recursos y las líneas de financiamiento en nuestro país son insuficientes. Creo que ahora están promoviendo el Instituto Nacional del Libro, ojalá que eso nos ayude a mejorar. Me gusta pensar en nuestro hacer tomando de referencia a otros que hacen de manera diferente. Por ejemplo, me fascina de los mexicanos su visión positiva frente a los proyectos; siempre hay un sí en el horizonte. Quizás esto tiene que ver con la seguridad y el respaldo de un país que invierte mucho en su cultura y sus artistas. En Argentina hay que aprender a descreer del “no” que se repite de manera constante ante cualquier pedido, porque muchas veces desactiva procesos, potencialidades y nos corre de nuestros verdaderos intereses.

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En tu misma práctica artística el libro también aparece en ediciones muy limitadas, como las que presentaste por ejemplo en el Ex-Teresa. Vos misma trabajás tus textos en este contexto de texto-materialidad-residuo.
El Ex Teresa de México fue una experiencia alucinante. Hice una revisión de todo mi proceso de escritura y edición que me permitió profundizar muchas de las cosas que hoy estoy trabajando. El espacio funciona en una antigua capilla transformada en Museo de Arte Actual especializado en performance. Transformé ese lugar inmenso y altísimo en una sala de lectura: siete mesas, cada una con uno de mis proyectos instalados para ser “leídos” por los visitantes y una instalación sonora que hicimos con Andrés Oddone. En esa construcción trabajé no solo con el libro terminado sino con los materiales resultantes de los procesos: pruebas de galera, versiones, registros de las presentaciones, un libro de cenizas construido por la quema de cientos de páginas impresas y desechadas para escribir “Polvo” y un proyecto que hice en La Perla cuyo formato es el de un archivo de visitas. La edición muchas veces trabaja sobre la idea de “acabado”, y borra la memoria del proceso de escritura. A mi me interesa conservar las marcas de ese transcurrir de la escritura y transformarlos en material de trabajo que da cuenta de todo lo que un libro recorre hasta llegar a ser lo que es, y aquello que desecha. Un libro no comparte la fase salvaje y de búsqueda de la escritura, por eso esta instancia expositiva me permitió incluir esta reflexión. El editor está para colaborar en ese proceso de construcción de un libro que ofrece una certeza. Me interesa plantearme la ambigüedad de la tarea del editor como aquel que facilita el tránsito a la comunicación de una escritura, al diálogo con el mundo, al mismo tiempo que es el que corta, mutila, domestica, busca obsesivamente el lugar correcto para cada cosa.

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¿Es preciso repensar el libro en contextos no literarios, no poéticos y más como formas expositivas? (pienso en palabras de Lucas Di Pascuale en una entrevista aquí en Hipermedula.org)
. Ediciones Documenta está participando de la Feria de Arte Eggo ¿Cómo te sentís en esos contextos y qué cosas extraés de esas experiencias?

Me cuestan los contextos disciplinares porque me gustan los cruces, pero de a poco encontré los marcos más adecuados para mostrar mi trabajo y en el último tiempo existen cada vez más espacios específicos de pensamiento y exhibición de un trabajo centrado en estas relaciones y problemáticas. En unos días me invitaron a participar de una charla que se titula: “El artista-editor, el libro-obra y la publicación como espacio expositivo, en el marco de una tesis de la artista Maron Barberis. El año pasado en el Foro de Ediciones Contemporáneas que se organizó en el Museo Carrillo Gil pude dictar un taller y me sentí rodeada de gente preocupada por lo mismo que yo y las preguntas que tengo pude compartirlas con otros editores y artistas.
Lo que más define mi interés por el libro, es su dimensión de obra por lo que me parece ideal el contexto de feria de arte para exhibirlo. El libro tiene una doble dimensión: por un lado el trabajo con el objeto y el concepto -propio de las artes visuales- y por otro el vínculo íntimo y personal que propone a quien lo compra. Un libro no es solo un mirar, es un diálogo de tocar, manipular, relacionarse con el papel, la textura, la forma y el tiempo que nos demanda la experiencia de pasar las páginas. Nuestra impronta queda registrada en los libros que guardan las marcas de nuestra lectura. En ese sentido, es una experiencia estética muy particular, el libro como obra tiene una potencia impresionante en el mundo del arte contemporáneo.

+ info: Ediciones Documenta
+ «Destejiendo memorias»: Entrevista a Gabriela Halac Junio 2013
+ Mercado de Arte Eggo 2014

 

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