Democratizar la cultura y minimizar la incertidumbre

Ángel Mestres* abre el debate acerca de las políticas culturales, la diversidad y los desafíos de la co-gestión en el escenario actual.

¿Cuáles son los roles y desafíos del gestor cultural en la actualidad?
Un proyecto cultural lo que hace es minimizar la incertidumbre entre lo proyectado en una determinada comunidad con ciertas demandas y los resultados. Y los gestores son los expertos en establecer esos objetivos y en minimizar la incertidumbre del proceso debido a su experiencia y a sus conocimientos. Por su experiencia en cuanto a haber pilotado y haber hecho otros proyectos, y por su conocimiento a partir de su formación. En estos tiempos se requiere de una alta formación continua, debido a que como en todos los demás sectores estamos viviendo un momento especial.
Bob Dylan decía que los tiempos cambian, y yo le diría que eso es cierto pero que ahora cambian muy rápidamente, y eso implica que los niveles de incertidumbre son mayores.

En tu opinión ¿Qué ejes debería considerar una política pública cultural?
Creo que hay que hacer una previa sobre este tema. Muchos dicen que no debe haber política cultural, que no debe haber ministerio de cultura, y uno de sus argumentos es que cualquier política cultural siempre llega tarde. ¿Y por qué sucedería esto? Porque los sistemas culturales son muy cambiantes, por lo tanto cuando haces una política cultural frente a una necesidad o una oportunidad, a veces las necesidades ya han cambiado. Sin embargo, yo estoy en contra de estos planteamientos.
Dicha esta previa, creo que siempre hay que advertir una serie de características dentro de las políticas culturales. Hay dos que son fundamentales y clásicas. Una es la de abogar por la democratización de la cultura, es decir, que la gente tenga acceso a los proyectos y a los lugares culturales. La otra, complementaria de la anterior, es la necesidad de luchar por una democracia cultural; es decir, que las comunidades puedan opinar respecto a qué pasa en estos proyectos y lugares culturales. Pero no solo opinar respecto a lo que pasa, sino también respecto a lo que quieren que pase.

«Cualquier política cultural debe tener un refuerzo identitario, debe reforzar los vínculos comunitarios, sea con la nación, con la región, con la ciudad, con el barrio, o con las calles.»

Una tercera cuestión es que en las políticas culturales debemos buscar la excelencia. Nosotros queremos que de nuestro sistema cultural salgan excelentes proyectos musicales, teatrales, etc., tanto a nivel simbólico, comercial y patrimonial. Y, finalmente, un cuarto elemento es que cualquier política cultural debe tener un refuerzo identitario, debe reforzar los vínculos comunitarios, sea con la nación, con la región, con la ciudad, con el barrio, o con las calles.

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En el escenario latinoamericano ¿cómo ves la relación entre cultura y Estado?
Si bien no puedo hablar de todos los países, sí puedo decir que en la mayoría de la región del Cono sur incluso hasta Ecuador, se vive un momento de sol y de sombras. Los sectores culturales están creciendo en muchas de estas poblaciones, y económicamente hay más y mejores formas de acceder a subvenciones, a dinero y a intercambios que pueden llevar a un crecimiento. Pero en contra, veo que hay dos cosas importantes. El estado sigue viviendo demasiado a espaldas del tema cultural, a excepción de lo que sucede en las capitales o en algunas ciudades significativas, como pueden ser Valparaíso en Chile, Medellín en Colombia, Rosario en Argentina, y algunas otras.
Creo que debería haber más interés y por tanto más dotación económica en las municipalidades, porque son las que están más cerca de las necesidades de la ciudadanía y los que mejor pueden gestionar. Y todo esto pasa en regiones con una gran capacidad creativa. Por ejemplo, no se puede hablar de Chile sin hablar de “Santiago a Mil” o del proyecto en el barrio Matucana; no se puede hablar de Argentina sin tener en cuenta sus proyectos teatrales oficiales y alternativos; no se puede hablar de Perú sin hablar de la gente del proyecto “La Tarumba”, no se puede hablar de Colombia sin hablar del “Centro Ático”. Todos son muy interesantes, muy honrosos y además marcan caminos a nivel mundial.

«El Estado debe plantear la política cultural como un lugar donde hay que mediar continuamente…»

Creo que hay tres maneras de entender la cultura o la política cultural. Una de ellas, la más famosa, es la de ir a las inauguraciones, cortar muchas cintas, abrir espacios que después quedan vacíos hasta las siguientes elecciones. Esa es una forma de hacer política cultural que no lleva absolutamente a nada.
Otra forma es la de hacer planes estratégicos, algunos más demagógicos y políticos, otros más operativos, hay buenos y malos ejemplos en ambos caso, pero al menos hay un intento de ordenar la cuestión y de planificar pensado en unos años. Después, están aquellas formas que siguen más bien una lógica de “rotonda”, en donde la política cultural media entre los diversos intereses y operadores. Creo que el Estado debe plantear la política cultural como un lugar donde hay que mediar continuamente con lo público y lo privado, con la creación y la producción, con la exhibición y el pirateo, hacer una mediación constante entre diversos focos de tensión.

Si hablamos de diversidad cultural y sostenibilidad ¿Qué ejemplos rescatarías?
La diversidad y la sostenibilidad son dos temas candentes y fundamentales en América Latina y en Europa. Pero hay que tener cuidado, porque estamos en un momento en que se confunde diversidad con «distinto a mí».
Siempre recuerdo un ejemplo que es muy didáctico. Cuando se estaba organizando una exposición por la diversidad, los curadores decidieron hacer un video donde se veía a alguien que se levantaba por la mañana, salía a la calle y se cruzaba con gente muy distinta a él, gente con rastas, de diferentes razas y color de piel, etc. Luego le llevaron el video a un antropólogo y éste les dijo: «Oigan, si quieren hacer un video sobre la diversidad tienen que hacer justo lo contrario«. Ese señor que se levanta por la mañana y sale a la calle, en el metro se encuentra con que la gente que es igual a él, que los que van a la escuela son igual a él, que sus profesores son igual él, etc.
La diversidad como concepto es interesante para intentar lo mínimo para todos y lo máximo para cada uno de nosotros. Y creo que desde los proyectos culturales se puede contribuir en dos niveles. Por un lado, dar a luz esas situaciones de diversidad cultural y, por el otro, buscar formas de diálogo y de consenso de las distintas posturas. Y el acceso al capital cultural es la mejor forma de fomentar la diversidad cultural. Cuanto más capital cultural tiene una sociedad, más capaz es de asumir la diversidad.
Hay un centro en Cochabamba, Bolivia, mARTadero, donde antes funcionaba un matadero, muy interesante, enfocado al cambio social a través del arte y la cultura. También en Chile hay un muy buen proyecto con pueblos originarios desde la fundación Mustakis. En cuanto a la sostenibilidad, es fundamental en este momento por diversos factores. Antes hice una defensa del papel del Estado, hice una defensa del dinero público en la cultura, pero más allá de esta defensa es necesario que los proyectos sean sí o sí sostenibles socialmente, económicamente, medio ambientalmente y culturalmente.

En España vemos claramente su necesidad porque estamos pasando por una crisis importante de la que no teníamos experiencia. Una de las cosas que ha traído la crisis es la necesidad del «co»: colaborar, coproducir, el procomún. En el fondo es imposible hacer un proyecto solo. Pero al liderar este tipo de proceso hay que pensar qué podemos hacer que sólo juntos podamos hacer. Ese para mí es un buen principio para los proyectos. Qué puedo hacer que sólo con más gente pueda hacer.

«En España una de las cosas que ha traído la crisis es la necesidad del «co»: colaborar, coproducir, el procomún.»

La Tarumba de Perú está haciendo un proyecto con el BID para poder capacitar en Argentina, Brasil, Perú y Chile a un conjunto de jóvenes que están en desventaja social para que puedan salir de eso a través del circo. Pero La Tarumba no lo puede hacer solo, tiene que ser con la colaboración de los artistas, del BID, incluso en la alianza está el Cirque du soleil. Hay un libro que hemos hecho nosotros, Música para camaleones, donde hay una muestra de más de veinte proyectos sostenibles que están hechos bajo esta lógica, y que son ejemplos muy válidos.

*Ángel Mestres es director de Trànsit Projectes (Barcelona España); consultor de ITD (Innovación, Transferencia y Desarrollo); coordinador académico del máster de empresas e instituciones culturales de la Universidad de Barcelona y presidente de la cooperativa ABACUS. Ha trabajado como director de recursos externos y comunicación del Instituto de Cultura de Barcelona y ha sido director general de DISTESA (Grupo Anaya). Ha dado conferencias en diversas universidades de España y Latinoamérica, y ha colaborado en el desarrollo de proyectos educativos y culturales en Argentina, Chile, Paraguay, Portugal, Brasil, Perú y Colombia. Docente del módulo “Gestión Cultural” del Curso de posgrado en Gestión Cultural de la Universidad Nacional de Córdoba.

Ángel Mestres forma parte del cuerpo docente de los cursos en Gestión Cultural (virtual) y Gestión de Ciudades y Emprendimientos Creativos (virtual).

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