No es el infinito del mar, sino la profundidad del río

Maldonado, Uruguay. 14 de Octubre al 30 de noviembre 2023.
No es el infinito del mar, sino la profundidad del río
Exposición de de Florencia Sadir
Walden Naturae
Los cerrillos c/pasaje el faro [cp 20400] Pueblo Garzón
+ 5982 9122 1977
info@waldennaturae.com
https://waldennaturae.com

 

 

FLORENCIA SADIR

NO ES EL INFINITO DEL MAR, SINO LA PROFUNDIDAD DEL RÍO

Curaduría / Curated by: Miguel A. López

El nuevo proyecto de Florencia Sadir toma como punto de partida los significados y la memoria del agua, un recurso permanentemente amenazado por los efectos de la contaminación, la privatización de los territorios indígenas, la voracidad de las industrias extractivas y el cambio climático debido al uso de combustibles fósiles.
Su práctica creativa es un diálogo con el trabajo artesanal de alfarería y cerámica de Salta y otros poblados de los valles Calchaquíes, un sistema de montañas del noreste de Argentina, cerca de la frontera con Chile y Bolivia. La artista ha aprendido de los oficios y técnicas presentes en ese territorio andino desde hace cientos de años así como de las posibilidades de cultivo en un terreno en gran medida eriazo.

Florencia Sadir’s most recent project takes the meanings and memory of water as its point of departure, as a resource under continual threat from contamination and its effects, the privatization of indigenous territory, the voracity of extractive industries and climate change due to the use of fossil fuels.
Her creative practice dialogs with the craftwork of pottery and ceramics from Salta and other towns in the valleys of the Calchaquíes, a mountain chain in northeastern Argentina, bordering on Chile and Bolivia. The artist has learned from the techniques and crafts present in this Andean territory for hundreds of years, and also about the possibilities for developing crops in a terrain that is largely uncultivated.

 

El agua participa
Obras recientes de Florencia Sadir

por Miguel A. López

El nuevo proyecto de Florencia Sadir toma como punto de partida los significados y la memoria del agua, un recurso permanentemente amenazado por los efectos de la contaminación, la privatización de los territorios indígenas, la voracidad de las industrias extractivas y el cambio climático debido al uso de combustibles fósiles. En los últimos años, su obra ha tenido a la tierra y el fuego como protagonistas principales.

Gran parte de su producción se compone de barro quemado, el cual toma la forma de esferas, ladrillos, tejas y bloques con los que construye esculturas que evocan la poética del paisaje donde vive y las múltiples formas de vida que habitan en ese suelo arcilloso, rodeado de luz y formaciones rocosas. Su práctica creativa es un diálogo con el trabajo artesanal de alfarería y cerámica de Salta y otros poblados de los valles Calchaquíes, un sistema de montañas del noreste de Argentina, cerca de la frontera con Chile y Bolivia.

La artista ha aprendido de los oficios y técnicas presentes en ese territorio andino desde hace cientos de años así como de las posibilidades de cultivo en un terreno en gran medida eriazo. A inicios de este año, como parte de su residencia en FAARA (José Ignacio, Uruguay), la artista visitó San Carlos, al sur del país. San Carlos es también el nombre del pequeño poblado en Salta, Argentina, en donde ella vive y trabaja. Lo significativo no se reduce a la coincidencia del nombre sino al hecho de que en ambos lugares se mantiene viva la producción de ladrillos artesanales. En esos días, Florencia se dedicó a experimentar y aprender de las cualidades del barro de esa localidad, la creación de moldes, los procesos de quemado y sus usos constructivos según las necesidades específicas del lugar.

A su vez, sus visitas a la costa del océano Atlántico, donde se encuentra la residencia, la llevaron a indagar en las corrientes de agua que fluyen y desembocan en el mar. Prestar atención al movimiento del agua, su presencia y ausencia, se encontraba ya presente en su vida cotidiana en forma de interrogantes sobre qué tipo de vínculo establecemos con un recurso natural que los humanos suelen dar por sentado. Uno de los hilos que organiza esta nueva exposición es el río Calchaquí que nace del Nevado de Acay, en Salta, el cual corre de norte a sur cambiando de nombre a lo largo de su curso, hasta desembocar en el Río de la Plata y, finalmente, en el océano Atlántico. Sus más de 3000 km lo hacen el río más extenso de Argentina.

La imagen de las aguas de un nevado en Salta, cerca de su casa, bañando las costas de Uruguay, activó inquietudes afectivas que la llevaron a explorar, en esta nueva exposición, los significados del curso del agua y la casualidad de la producción ladrillera de los dos San Carlos. Poco después del final de la residencia, Uruguay atravesó una crisis hídrica sin precedentes que dejó a Montevideo sin agua potable por varios meses. Eso activó nuevas conexiones con la vida diaria en su tierra en donde ella no tiene tampoco acceso a agua potable.

El agua de su localidad –un agua no sana, contaminada con metales pesados– no puede ser usada para beber o cocinar, lo cual tiene efectos concretos en las condiciones de vida y salud de las personas. Esa agua barrosa así como la pregunta sobre cómo es el agua que cada uno de nosotros tiene al alcance se encuentran al centro de muchas de las piezas de la exposición. La escultura principal es una gran serpiente escultórica, hecha de ladrillos colocados de forma horizontal, sobre un espejo de agua. Los ladrillos oscuros que componen el cuerpo del animal tienen inscripciones que evocan los signos de una escritura antigua o los fragmentos de geoglifos –figuras dibujadas en las laderas de montañas o planicies por culturas prehistóricas.

La serpiente es un habitante habitual de los Valles Calchaquíes y de las quebradas húmedas y orillas de cursos de agua en Uruguay, junto a ranas, sapos y lagartijas, pero es también un ser con cualidades míticas desde varios perspectivas indígenas de las Américas – desde el pueblo Navajo a las civilizaciones Maya y Azteca y muchas comunidades amazónicas. Estas son entendidas como vehículos de comunicación espiritual y cósmica así como símbolos de múltiples formas de renacimiento. La laguna barrosa sobre la cual está colocada la serpiente nos remite a cómo aquella agua que no es digerible para los humanos es la morada de múltiples formas de vida que nos anteceden y nos sobrevivirán. Un conjunto de tejones parcialmente manchados de humo compone otra de las obras. Allí, Florencia ha dibujado representaciones cartográficas. Una de ellas, es la imagen cenital de una espiral que sugiere el movimiento de una serpiente.

En otras, se observan los mapas en donde el sur y el norte son presentados de forma invertida, así como el nacimiento del río en Salta y su desembocadura en el océano Atlántico. Otra escultura está hecha de jarritos metálicos –usados por ella para recolectar agua de lluvia– que ha colocado bajo una caída lenta de gotas, creando una suerte de tictac que nos recuerda el tiempo faltante para una inminente escasez del agua (el llamado estrés hídrico) que para el 2050 se prevé que afectará a un 40% de la población mundial. Florencia también ha realizado una serie de dibujos en donde narra el proceso de producción asociado a la exposición, su relación afectiva con la producción ladrillera, el cultivo realizado de forma cotidiana, así como algunos de los símbolos presentes en las cerámicas. Uno de ellos retrata los hornos en donde los ladrillos han sido colocados bajo un fuego intenso. Otro, observa el rol fertilizador del viento que desplaza las semillas no solo de un territorio a otro sino que también alimenta los océanos.

Esta fuerza germinadora desconoce fronteras nacionales y los límites artificiales impuestos por la perspectiva humana. La artista dibuja las combinaciones de plantas usadas para crear perfumes naturales como aquellos que están presentes de forma sutil en la sala de exposición. Florencia registra alguna de estas plantas como la jarilla, un arbusto silvestre con propiedades medicinales que vive principalmente en las zonas montañosas del oeste argentino. Otro dibujo muestra un paisaje de siembra de arvejas, leguminosas, porotos y maíz acompañados del sol y la luna. Allí las semillas parecen lágrimas-gotas que humedecen el campo y hacen posible la vida. Esta nueva exposición de Florencia Sadir es un testimonio de historias afectivas y circunstancias geográficas que se activan para subrayar la fragilidad del ecosistema del agua terrestre. La escasez del agua dulce es un fenómeno natural pero es también consecuencia de la acción humana. Estas obras nos lo recuerdan.

 

FLORENCIA SADIR (Tucumán, Argentina,1991)

Creció en Cafayate, Salta. Se formó en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, donde asistió al Taller C. En el año 2016 participó de Curadora Residencia, en Santa Fe, Argentina; en 2017 en la Residencia URRA, en Tigre, Argentina y en 2019 recibió la Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes y participó del programa de estudios en la Escuela Flora Ars + Natura en Bogotá, Colombia, bajo la dirección de José Roca. En 2020-21 realizó el Programa de Artistas en la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires y, en 2023 participó de la residencia FAARA de la Fundación Ama Amoedo en José Ignacio, Uruguay, bajo la tutela de Tobias Ostrander, Miguel A. López y Solana Chehtman. Algunas de sus exposiciones más destacadas son Un lugar sin nombre (2018, Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires); Todavía las cosas hacían sombra (Museo de Arte Contemporáneo de Salta, 2021); Still Alive (Trienal de Aichi en Tokoname, Japón, 2022 –dirigida por Mami Kataoka–); Florencia Sadir: Ofrenda al sol (Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, 2022); y Geometría de humo (W-galería, 2023). Entre sus últimas exposiciones colectivas se encuentran Trazar sobre el suelo el contorno de la polvareda (Museo Jallpha Kalchakí, San Carlos, Salta, 2021) y Adentro no hay más que una morada (Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, 2021). Sus obras forman parte de las colecciones del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, del Museo de Arte Moderno de Bogotá y de colecciones privadas de latinoamérica. Vive y trabaja en San Carlos, Salta, Argentina.

 

MIGUEL A. LÓPEZ (Lima, 1983)

Es un escritor y curador. Su práctica se enfoca en el rol del arte en la política y la vida pública, el trabajo colectivo y las dinámicas colaborativas, así como revisiones feministas y queer de la historia. Es co-curador de la 3era Bienal de Toronto (2024). Entre 2015 y 2020, trabajó como curador en jefe, y luego como co-director de TEOR/éTica, Costa Rica. En 2019, fue curador de la retrospectiva “Cecilia Vicuña. Veroír el trabajo iluminado” en el Witte de With (hoy Kunstinstituut Melly), Róterdam, que viajó a Ciudad de México, Madrid y Bogotá. Más recientemente ha curado “Cecilia Vicuña. Soñar el agua” que se presenta en el Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago de Chile; MALBA, Buenos Aires; y Pinacoteca, São Paulo. Otros proyectos curatoriales incluyen “Sila Chanto & Belkis Ramírez: Aquí me quedo / Here I Stay” en el ICA-VCU, Richmond (2022), “Algo incomestible en la garganta. Poéticas antipatriarcales y nueva escena en los años noventa” en ICPNA, Lima (2021), y “And if I devoted my life to one of its feathers?” en la Kunsthalle Wien, Vienna (2021). Es autor y editor de más de veinte libros de arte contemporáneo, entre ellos INSITE Journal 6: Common Thread (INSITE, 2023), Cristina Flores Pescorán. Las predicciones (ICPNA, 2023), And if I devoted my life to one of its feathers? Aesthetic Responses to Extraction, Accumulation, and Dispossession (Kunsthalle Wien y Sternberg Press, 2022), Virginia Pérez-Ratton. Un lugar inacabado. Construyendo infraestructura en América Central (TEOR/éTica, 2021), Flavia Gandolfo. De un punto a otra (MALI, 2020), Ficciones disidentes en la tierra de la misoginia (Pesopluma, 2019), Patricia Belli. Equilibrio y colapso (TEOR/éTica, 2018), The Words of Others: León Ferrari and Rhetoric in Times of War (JRP|Ringier, 2017), Teresa Burga. Estructuras de aire (MALBA, 2015). En 2016 recibió el Independent Vision Curatorial Award del ICI – Independent Curators International. Vive y trabaja en Toronto.

 

 

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